El Día de la Libertad de Expresión no llegó con buenas noticias a nivel global. Se constata que el gran desarrollo de las tecnologías de la comunicación no ha servido para mejorar las condiciones del ejercicio periodístico y de opinión, que sigue acechado tanto por el poder político como por el crimen organizado.
La libre expresión deviene de la libertad de pensamiento, consustancial a la naturaleza humana. Y -cabe expresarlo de modo reiterado- deriva en la libertad de prensa. Todas estas libertades son derechos humanos inalienables.
Localmente, la conmemoración, que juntó en la Unión Nacional de Periodistas en Quito a comunicadores e informadores de varios medios, llegó justamente cuando una ONG con sede en Washington, Freedom House, emitió un informe que señala al Ecuador, junto con Honduras, Venezuela y Cuba, como los países donde hay más dificultades.
El pulso del poder político con los medios ha estado acompañado durante todos estos ocho años por mensajes duros, cadenas, descalificaciones y hasta insultos. El blanco han sido periodistas críticos con el Gobierno y medios de comprobada independencia.
El Régimen ha optado por la confrontación interna y, fronteras afuera, por una ‘guerra planetaria’, como lo ha reiterado el Presidente en la Cumbre de Panamá. La ley y los organismos derivados de ella están orientados a la sanción.
Los medios deben revelar lo que el poder quiere ocultar, así como informar y opinar. Es la esencia de la democracia.