Muchas son las preocupaciones que nos dejan estos dos años de pandemia. Sin duda, la económica es la más grave -ni se diga la política, aunque esta es más de carácter moral-. Si bien es necesario inversiones para la reactivación productiva, entendiéndola en el sentido agroindustrial, turismo, importaciones, exportaciones, transferencia de tecnología y otros campos, la economía también se dinamiza gracias a la industria cultural.
Este sector fue uno de los más golpeados por la pandemia del covid-19. Las restricciones cerraron de golpe cualquier posibilidad de trabajo. Para los artistas casi no hubo margen de maniobra. La virtualidad, si bien es una alternativa, está muy lejos de permitir una de las cosas más importantes que nos ofrece el arte: el diálogo del creador con su público.
Con el levantamiento de las restricciones, el panorama cambiará. Ya están en agenda varias actividades. En distintas ciudades, los creadores están presentando el fruto de su trabajo, que no es otra cosa que la búsqueda constante de una expresión.
Hay exposiciones de pintura interesantes, piezas teatrales que valen la pena ver, lanzamientos de libros que se dejan leer con placer, películas que es mejor mirar en un cine, conciertos que dan vida. Y la oferta seguirá creciendo con el tiempo. Solo es de esperarse que tenga calidad para que haya una mayor demanda, que el público, en la medida de sus posibilidades, la consuma.
El arte, la literatura son la memoria de un país. Y sin memoria, nada seremos. Los artistas cuentan la historia que la historia no contará. Hablan de las pasiones, de los sentimientos, de las esperanzas, de las frustraciones ante la vida, el amor, la muerte.
Nunca ha sido fácil ser artista en el país. La mayoría no tiene seguridad social. Afortunadamente, han sido persistentes y han resistido a la pandemia. Es una necesidad para ellos seguir expresándose; es de esperarse que sea también una necesidad para la población. Y el Estado debiera considerar que la cultura puede ser uno de los motores para la recuperación de la economía y, de paso, si lo quisiere, de la recuperación moral.