El drama humanitario es la faceta más cruda de una situación política, económica y social que persiste más allá de cualquier pronóstico.
Hay más de 4 millones y medio de venezolanos que han salido desde el año 2015, según los datos de la Acnur, la oficina de Naciones Unidas para los refugiados.
En Ecuador, las cifras oficiales hablan de más de 260 000 personas. Otras estimaciones señalan que unos 400 000 venezolanos pasaron por sus fronteras terrestres, una buena cantidad con destinos como Chile, Perú y otros países del sur del continente. Otros se quedaron.
Los más huyen del hambre, la pobreza, la insalubridad, el desempleo, y muchos son perseguidos.
Durante los primeros años del régimen de Hugo Chávez se fueron los venezolanos pudientes. Una segunda ola migratoria se produjo en estratos de profesionales y personas con formación universitaria. Más tarde, de estratos humildes, salieron quienes ya no tenían ninguna esperanza de hallar trabajo y sustento.
El país inició en agosto un registro. Hay quienes obtienen visas por excepción o por aspectos humanitarios. Hasta el viernes, los datos hablaban de 11 000 visas. El plazo para la obtención legal que da el Gobierno ecuatoriano fenece el 30 de marzo.
Las personas deben inscribirse y tener una clave en la página web de Relaciones Exteriores o en los consulados en Caracas, Bogotá y Lima.
La búsqueda de empleo en un país como el Ecuador, que presenta altas cifras de desempleo y subempleo, se ve agravada severamente con los ciudadanos extranjeros. Muchos vendedores ambulantes y mendigos son de otros países.
Algunos exhiben a sus hijos para pedir caridad.
Pero los recursos magros que pueden obtener y ahorrar se mandan a Venezuela, las remesas alivian en algo la situación (USD 100, por ejemplo); pero como mostró EL COMERCIO en un reportaje publicado el viernes último, su capacidad adquisitiva es absorbida por la hiperinflación. Comida y medicinas, la angustia cotidiana que ni siquiera los envíos de emigrantes pueden paliar.