Cuando el mundo no se reponía todavía de los severos coletazos que trajo la crisis de la burbuja inmobiliaria de 2008 y Europa se estabilizaba con dificultades, la alerta se encendió en Grecia.
Este país sobreendeudado, con un déficit que rompía todos los manuales en cuanto al gasto público -13% de su Producto Interno Bruto (PIB)-; al borde de los incumplimientos advertidos por los seguros de riesgos de su deuda, y con alta corrupción, forma parte de la Unión Europea. Esta mantiene una moneda única bajo el supuesto de que sus miembros cumplan las normas de estabilidad con rigor.
Lo sucedido, según expertos, podría traer un efecto contagio en otros países que ya han sufrido los embates de la crisis de 2008, tales como Portugal, España e Irlanda.
La alarma se justifica puesto que, si se produce el efecto ‘dominó’, la moneda europea corre peligro. Hasta ahora la llamada ‘tragedia griega’ produjo nerviosismo en los mercados bursátiles y el euro se devaluó en relación al dólar.
El Presidente del Banco Central Europeo se mostró en primera instancia optimista de que Grecia cumplirá su promesa de limitar el déficit. Sin embargo, el tiempo de 30 días para dar un golpe de timón luce insuficiente.
No se descarta una operación de rescate de países fuertes para evitar un desbarajuste de la economía europea. En América Latina, los representantes de los bancos centrales reunidos en Quito hace pocos días, también se mostraron preocupados.
Por ahora, Grecia es un espejo donde algunos países deben mirarse para no cometer los errores que produce un abultado gasto público y un déficit fiscal exagerado en una economía atada al dólar.