Unas elecciones con varios contrasentidos
El país asiste a un proceso electoral cuyo sistema se ha venido enredando con el tiempo.
Con el retorno a los gobiernos civiles hace casi 40 años, se forjó un mecanismo para que los numerosos partidos se fueran depurando y dando espacio a pocas tendencias. Eran los vientos de la nueva Constitución y la Ley de partidos.
Al poco tiempo, una resolución de la Corte Suprema devolvió la vida a partidos que habían sido borrados de los registros. Luego, en dos ocasiones se intentó, con resultados diversos, que los independientes participaran en política. Más tarde se consideró que partidos y movimientos -se supone que menos orgánicos-tuviesen derechos políticos iguales.
Luego vino el voto por listas o entre listas, con todas sus consecuencias perniciosas. Posteriormente, el voto por distritos en ciudades grandes.
Hoy vivimos el caos de más de 270 partidos y movimientos y la participación de más de 81 000 candidatos.
El remate de la confusión llegó con dos hechos clave: la teoría alentada en Montecristi dio paso -como en Venezuela- a una Función de Transparencia y un Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (Cpccs), que superaban los poderes clásicos y, con ello, la fórmula de selección de altos personeros.
El correísmo copó el Consejo y controló la Función, desvirtuó la participación ciudadana y consagró la concentración de poder.
El Gobierno, en la consulta del año pasado, sin prever los vacíos que estaba creando, llevó a la elección de consejeros del próximo domingo. Una campaña confusa y tres papeletas complejizan la elección de un Quinto Poder político, pero a cuyos candidatos se les exige ser apolíticos.
Entre el debate por el voto nulo y la posible enmienda que propone la Presidenta de la Asamblea para acortar funciones al Cpccs, los electores van a las urnas con los ojos vendados, más allá del esfuerzo del Consejo Nacional Electoral y de los medios para que se conozca a los candidatos.
Es necesario llegar a un consenso político para rearmar un escenario electoral práctico, sin parches, que dé certezas sobre el voto popular.