Pasadas las 09:00 del 11 de septiembre de 2001 las Torres Gemelas, símbolo de Nueva York, para muchos la capital del mundo Occidental, se empezaron a derrumbar.
Con su caída vista simultáneamente por millones de personas en el planeta se empezó a desmoronar el mito de la gran potencia económica y militar de nuestro tiempo, consolidada luego de la Guerra Fría. EE.UU. era vulnerable. El terror se apoderó de millones de seres en el gran país del norte de América.
Los actos terroristas en las Torres Gemelas, el Pentágono y aviones en vuelo cambiaron la vida de mucha gente y se cargaron a 2 977 personas, entre ellas algunos ecuatorianos.
De Al Qaeda al autodenominado Estado Islámico. De Osama Bin Laden a Abu Bakr al – Baghdadi, que se proclama como nuevo califa. De los pilotos fundamentalistas a los 20 000 militantes de la nueva fuerza terrorista, con miles de asesinos fanáticos de varios países occidentales. De Nueva York y Washington a Iraq, Siria, Bruselas, París o Estambul, ha corrido agua bajo el puente.
Luego de aquella mortal puesta en escena por la TV mundial los métodos han cambiado. El terrorismo se ha sofisticado, usa la web y las redes sociales para expandir su sangriento mensaje de terror colectivo. También la vida de la gente ha cambiado hacia un trauma sico emocional constante. La libertad ha sucumbido en aras de la seguridad.
El terrorismo reta a la civilización a una lucha global. Su desenlace no se avizora. Es impensable.