Los datos revelan una realidad compleja de la calidad de la educación y la competencia profesional. Es alarmante.
Si un 30% de los estudiantes de los ciclos superiores reprueba el examen de calidad profesional, se pone en duda la solvencia de la educación universitaria en ciertos centros académicos y la excelencia que se exige en profesiones donde está en juego la vida de la gente.
Los datos que arroja la estadística del Ceaaces (Consejo de Educación, Acreditación y Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior) llaman poderosamente la atención. Cerca de 14 000 estudiantes de Medicina pasan el exigente examen, mientras que casi
6 000 no logran la nota requerida.
Para el caso de Odontología, los que dieron el examen con éxito fueron más de 4 200, mientras que 2 000 no lo supieron resolver. Hay cursos de capacitación y muchos tienen una segunda oportunidad.
Es preocupante que en ese nivel de estudios se presenten estudiantes que copian o reciben las respuestas con audífonos. Eso pone en duda su cualificación ética y profesional.
Pero el dato importante puede revelar adicionalmente una enfermedad de fondo en la calidad de la educación en algunos centros de formación universitaria. Si no pasan la prueba se podría cuestionar de qué forma obtuvieron sus calificaciones y los pases de año.
Más allá de las exigencias indispensables para mejorar la calidad de la educación, hay preguntas sin respuestas.