Latinoamérica y el mundo no pueden vivir de espaldas a uno de los mayores dramas humanitarios del que se tenga memoria en nuestro continente.
El éxodo masivo de venezolanos desde la época de Hugo Chávez y su sucesor se cifra entre 3 y 4 millones de personas expulsadas de su país por el hambre, la falta de trabajo y la opresión de los gobiernos autoritarios.
El Ecuador, como otras naciones de América, ha medido con pulso propio la magnitud de la crisis. Aunque el flujo de estos días haya disminuido, se vaticina que no cesará.
Es clave que la comunidad se haga cargo. Con el pretexto de no vulnerar la soberanía, muchos países y políticos del planeta se han hecho la vista gorda ante los atropellos a los derechos humanos, la cárcel de los opositores y la falta de medicina y alimentos. Si todo lo humano no nos puede ni debe ser ajeno, una acción conjunta hace falta.
Naciones Unidas debe reaccionar para echar una mano a países como Colombia, Brasil, Perú y Ecuador que reciben a esta diáspora que los venezolanos no han elegido pero a la que se han visto forzados por las circunstancias, no sin un inmensa huella de dolor.
Ya se pronunció la Comunidad Andina, la reacción dela OEA debe ser coordinada y se adelantó para esta semana la cita técnica de 13 países convocada por Ecuador. Los miles de venezolanos sin techo, pan ni trabajo y en situación límite no pueden esperar más, es una cuestión urgente y vital.