Perú, tal como Ecuador, está viviendo el año de su bicentenario de Independencia. Debiera ser un periodo en que cada país pudiera fortalecerse de cara al futuro, revisar su historia, plantearse -replantearse- el futuro. El bicentenario llega tal como ocurrió con las fiestas del centenario, en 1922: en medio profundas crisis políticas y económicas. Se podría vivir, entonces, más desencantos que ilusiones.
El país vecino del sur ha vivido una serie de crisis políticas, que ha devenido en sucesivas destituciones presidenciales. Casi todos los que rigieron desde el Ejecutivo los destinos de país, además, están o estuvieron detenidos. El país ha tenido, desde 2018, cinco presidentes. El actual mandatario, Pedro Castillo, lleva apenas ocho meses en el poder y ya deberá enfrentar un segundo proceso de destitución en el Congreso, dominado por la oposición. Los cargos son por “presunta incapacidad moral”. Se le acusa de tráfico de influencias, de tener un gabinete a las sombras y otorgar a Bolivia una salida al mar, entre otras causas.
La Constitución peruana permite estos procedimientos. Sin embargo, la oposición no alcanzaría los votos necesarios para sacar del poder al Presidente de izquierda. Perú, un país con urgencias económicas y problemas de inseguridad -males compartidos en casi toda América Latina-, se ve envuelto en conflictos que parecieran más estériles que transformadores para una población que requiere de otras respuestas de sus líderes.
El Tribunal Constitucional, en cambio, aceptó el habeas corpus que suspende la nulidad del indulto a Alberto Fujimori. Se lo había otorgado por “razones humanitarias” en 2017, el entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski, quien renunció a su cargo y ahora cumple también prisión domiciliaria.
Fujimori debe cumplir una pena de 25 años en prisión por delitos de lesa humanidad durante su Gobierno, en la década de los 90. La decisión del Tribunal es, para muchos, una bofetada para las víctimas. Se plantea así la pregunta: ¿es justicia que se revierta una condena a quienes ejercieron un poder sin compasión; merecen las “razones humanitarias” que nunca consideraron?