El mundo da vueltas y la crisis ha mostrado su cara más triste en Europa. Una crisis que se experimenta en la recesión y el alto desempleo castiga a las capas menos favorecidas, obliga a los ajustes y recortes sociales y golpea especialmente a los extranjeros.
En la década pasada miles de ecuatorianos llegaron a España en busca de una oportunidad, aquella que la vida les había negado en su propio país, donde se cerraron opciones y la crisis bancaria debilitó el tejido económico y social.
España e Italia, como antes EE.UU. y Venezuela, acogieron en los albores del siglo XXI a miles de compatriotas. Pero hoy la tortilla se vuelve.
España en crisis muestra que hay 51 000 ecuatorianos en el desempleo, que cobran su seguro. Las cifras de la Secretaría del Migrante hablan de 212 000 compatriotas sin trabajo y el total de ecuatorianos se estima en 340 000. A esa cifra habría que agregar el número de connacionales que no poseen sus papeles en plena norma.
Muchos han decidido retornar, vuelven a los barrios que con su esfuerzo ayudaron a levantar, donde las casas muestran, si no opulencia, unos recursos que fluyeron durante los años en que España fue fuente de trabajo y bienestar.
Hoy, muchos se lo piensan. Hay compatriotas que han invertido en negocios como restaurantes, panaderías, tiendas y peluquerías. La crisis afecta sus negocios. Otros han perdido no solo la clientela sino los bienes raíces que compraron en la Península Ibérica y que no han podido pagar.
De España ya salen españoles en una corriente migratoria inversa a la experimentada en la última década. Ahora la historia vuelve a pasar factura a esos compatriotas que han sido ejemplo de sacrificio y trabajo fecundo.