La mayor libertad que tienen los seres humanos es la de la expresión. Es lo que nos constituye: los seres humanos somos seres de palabras. Sin lenguaje y sin su alfabeto, no se habría logrado el conocimiento, el avance de la tecnología, el arte, la cultura, la relaciones con los otros y lo otro. Y en muchos casos, desde la Ilustración, fueron los medios de comunicación -la prensa- los vehículos para que la sociedad conociera y tuviera una opinión sobre los acontecimientos que afectan la vida y que muchos preferirían ocultar.
Afortunadamente, la Corte Constitucional supo proteger esta libertad con su pronunciamiento que blinda la opinión, la censura previa, la responsabilidad ulterior y permite la participación accionaria de extranjeros, algo que muchas veces se presenta necesaria en estos tiempos de mercado global y las constantes renovaciones tecnológicas que imponen los tiempos actuales.
Los medios de comunicación son importantes, más allá de la campaña en contra que el correísmo implantó -y con relativo éxito- en el país. Si bien no pudo silenciarlos del todo, buscó formas de acabar con los que les han sido críticos. Y esta Ley, que deberá ser reformada según los criterios de la Corte Constitucional, era un paso más en ese afán.
Los sometió a una justicia en la que era juez y parte con la Supercom; quiso enseñar, según su punto de vista, qué y cómo comunicar con el Cordicom. Los expuso al escarnio público e instaló, tal cual lo han hecho los gobiernos de la derecha en América, como el estadounidense Donald Trump o el brasileño Jair Bolsonaro, en que los medios de comunicación y los periodistas son los “enemigos de la Patria”. Y no hay nada más alejado de la verdad. Gracias a la prensa, se pudo dar un seguimiento a episodios oscuros de todos los gobiernos: las muñecas de trapo, la desaparición de los hermanos Restrepo, las guerras con Perú, el feriado bancario, la gravedad del Coca Codo Sinclair, la Refinería del Pacífico, el abandono de las poblaciones de la frontera norte y la presencia de la narcoguerrilla por la que, incluso, murieron tres periodistas de EL COMERCIO. ¿Eso es lo que querían callar?