La democracia no es solo gobierno, es también oposición; es saber ser mayoría o minoría. Es pendular, alterna el poder. Es entender la existencia del otro y es, también en el fondo, evitar la tiranía de las mayorías. La democracia, para que pueda funcionar, debe contar con políticos que entiendan que es una suma de reglas de juego que apuntan a un objetivo: el bien común. Pero para lograr el bien común, los que ocupan cargos de alto nivel en las funciones del Estado, deben tener claro que las reglas están para respetarse a pesar de todas las contrariedades.
Nuevamente, como ha ocurrido en este año y un mes de funcionamiento, la Asamblea Nacional le queda debiendo a la población. La confrontación entre el partido del correísmo (Unes) y Pachakutik, el brazo político de la Conaie, es la muestra del oportunismo, del sacar ventaja de una coyuntura en la que solo tiene que ver con una agenda mayor: la destitución presidencial.
El correísmo solo ha buscado atizar aún más el fuego de un país que merece salir de esta crisis y volver el trabajo para que la economía nacional se recupere y salir del estancamiento que, probablemente, muchos de sus familiares están sufriendo.
Cuando fueron gobierno, ante cualquier forma de disidencia, solían imprecar: “ganen las elecciones”. Tampoco hay que olvidar cómo actuaron con el movimiento indígena. Es de esperar que, cuando sean oposición, tengan la misma concepción de mundo que cuando fueron poder.
Posiblemente tengan vías legales para que destituir al Presidente de la República, pero no es lo conveniente para el país. Las inestabilidades políticas complican mucho el panorama económico y a veces dejan cicatrices; en Ecuador, desde la destitución de Abdalá Bucaram, todo quiere resolverse con la salida a como dé lugar, de un Mandatario, incluso invocando a militares.
Y fundamentalmente, Unes debe recordar que -para bien o para mal, a favor o en contra, así como ocurrió entre el 2007 y el 2017-, es el Gobierno que la mayoría de los ecuatorianos eligieron en votaciones democráticas.