Sin la previa consulta internacional a sus colegas que un tema tan delicado exige, el Presidente propuso en una reunión de la Alba que los mandatarios de los países de ese organismo no asistan a la Cumbre de las Américas que se realizará a mediados de este mes en Cartagena de Indias, Colombia.
Los presidentes no consideraron el asunto. Colombia se sorprendió e inició gestiones, primero para explicar a Cuba la razón de no haberla invitado y luego para lograr lo que al fin consiguió: que todos los países integrantes de la OEA comprometieran su asistencia.
La Cumbre de las Américas convoca a los mandatarios elegidos democráticamente. Se sabe de sobra que Cuba tiene un Gobierno de partido único, el comunista, desde el triunfo de la revolución en 1959. La Isla no pertenece al sistema interamericano desde 1963.
Colombia se comprometió a incluir en la agenda de Cartagena el debate sobre la pertinencia de invitar a Cuba a participar en otras cumbres en el futuro. A eso apuntan algunos de los presidentes que sí asistirán al foro multilateral.
A tal punto llegó la posición ecuatoriana que el propio presidente Hugo Chávez se comprometió con Juan Manuel Santos a hablar con Rafael Correa para que flexibilizara su tesis, lo cual, por lo visto, no consiguió.
La semana pasada, Correa minimizó la importancia de las citas cumbres y su eficacia, lo que siempre ha estado, en efecto, en duda. Pero es un contrasentido el intento de devaluar el rol de las cumbres cuando él ha asistido en cinco años de mandato nada menos que a 36 citas internacionales, y a algunas con nutridas delegaciones.
El pragmatismo y la coherencia se imponen en todos los asuntos de Estado, en especial en el frente externo.