Los accidentes de tránsito son la segunda causa de muerte en el Ecuador. Las frías cifras esconden el dolor, el drama, la muerte.
A la falta de control y coordinación de las autoridades se suman a la irresponsabilidad de conductores y peatones. Los pasajeros de autos y buses no usan cinturones de seguridad. Todavía hay gente que se transporta en los baldes de las camionetas y los muchos motociclistas y sus acompañantes viajan sin cascos.
Es reiterativo saber que un chofer se quedó dormido. Muchos no tienen suficientes horas de descanso. La prolija reportería constata que apenas el 40% de los conductores profesionales está afiliado al IESS (debería ser obligatorio) y apenas se hacen esporádicos chequeos médicos. Al menos el funcionamiento del corazón, la presión arterial y la diabetes –que puede causar desvanecimiento– deberían prevenirse. Ni qué decir del estrés que causa las largas jornadas de manejo desaconsejadas y vigiladas con rigor en otros países.
Además de la accidentalidad sufrida en 2010, las estadísticas oficiales registran que el 11,8% se debe a conductores en estado de embriaguez.
A la falta de controles mecánicos –frenos, llantas etc.– se adiciona la deficiente construcción antitécnica de muchas carrocerías como se ha constatado recientemente.
Además de lo anotado hay sitios especialmente peligrosos. La noticia nos trajo en días pasados un nuevo drama en la vía Perimetral de Guayaquil. Allí hubo, entre enero y mayo, 200 accidentes. Una ruta donde se aplica alta velocidad pese a que no hay seguridades suficientes para los peatones, las mayores víctimas de una zona densamente poblada de medio millón de habitantes.
¡Basta de accidentes, impulsemos una cruzada nacional!