Ya hay muy poca gente que duda del impacto de Internet en su vida diaria. El confinamiento obligatorio generado por la pandemia del coronavirus, hizo -incluso- que muchas personas se vean obligadas a convertirse en usuarias de aplicaciones virtuales y muchas empresas tuvieron que implementar (casi de urgencia) sus procesos digitales. Pero nada es de la noche a la mañana. Quizás las personas se adaptan más rápido al uso de páginas web, aplicaciones, etc.; pero en empresas e instituciones es una evolución que implica desde el uso de nuevas tecnologías hasta un cambio de mentalidad y cultura de transformación.
Siempre se ha dicho que el mundo real tiene que estar conectado con el mundo virtual y no liderar (en el caso empresarial y político) solamente con el ruido que se genera en las redes sociales. Sí, se deben analizar esos indicadores de lo que en mercadeo digital se conoce como ‘social listening’, pero todo se debe poner en contexto para tomar una decisión (que afecta a un país, a una ciudad o a una comunidad). Aquí un número para tomar en cuenta: este año Twitter registró 1,4 millones de usuarios en el país frente a los 6,1 millones que lograba Instagram a inicios de este año. La contrarrespuesta que suele venir de los políticos tuiteros es que en esa plataforma se genera opinión pública. La pregunta es: ¿Y el debate que está ahí es generalizado? ¿Están todas las ideas que incumben a un país diverso y en el cual no todo el mundo tiene acceso a Internet y menos a esta red social?
Los asesores digitales también suelen recomendar cómo afrontar una crisis digital. Evidentemente, el protocolo no es hacer caso a todo lo que diga la tendencia (se cede una vez, se cede siempre). Por el contrario, cuando se comente un error, muchos recomiendan reconocerlo y avanzar. Pero para ello hay que reconocer que se equivocó. Ecuador, ahora mismo, atraviesa una crisis profunda y es necesario gobernar para todos; es necesario salir a las calles, al campo; hablar y empatizar con la gente de carne y hueso y no solo escuchar y tomar decisiones -vía redes sociales- para los grupos de poder que hacen ruido.