El arte de gobernar en crisis

La política no ha dejado de ser el arte de gobernar para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. Esta premisa, sin embargo, parece no tener eco en el Ecuador.

Hoy, los 18 millones de ecuatorianos están frente a políticos que se han dedicado a capitalizar votos para sus intereses partidistas y arman sus agendas con acciones para atacar a sus oponentes.

Más allá del manejo macroeconómico para sortear la crisis que ahondó la pandemia, los políticos se han olvidado de que gobernar es definir estrategias que conduzcan a elevar el bienestar de la gente. Es pensar en las necesidades más básicas de quienes les dieron su voto en las urnas.

Tras las recientes elecciones seccionales y el fracaso del referéndum, la respuesta inmediata del Gobierno fue el silencio. Días después, sin aliados políticos y sin margen de maniobra no se vislumbra un camino claro.

Quienes gobiernan junto con el presidente Guillermo Lasso no han tenido la habilidad de integrar ideas diversas y, en muchos casos hasta contradictorias en busca de salidas nuevas para los problemas que aquejan al país.

Del lado de la oposición se ha dinamitado toda posibilidad de diálogo y de consenso, valores que enriquecen las democracias. Desde la Asamblea Nacional, principal foco de opositores, ya se han levantado voces que piden adelantar las elecciones.

Dejaron de lado los intereses de los ciudadanos para centrarse en siguientes elecciones, a las que seguramente quieren llegar cargados de votos.

Más allá de quiénes tengan o no la razón de cómo enrumbar al país, los ecuatorianos

esperan acciones concretas en temas prioritarios, como la seguridad, la salud, la educación, la obra pública y el combate a la corrupción.

Estas demandas, sin duda, no se resolverán si los políticos ecuatorianos continúan en esta batalla sin tregua de destruir a sus adversarios.

El arte de gobernar en las circunstancias actuales no solo se trata de administrar los recursos desde la técnica sino también de integrar los pensamientos opuestos en donde todos ganen, sin sacrificar los valores y los principios.