El oficialismo ha celebrado en estos días el noveno aniversario del arribo a Carondelet del presidente Rafael Correa y del movimiento Alianza País.
Los festejos se han dado con el trasfondo de una contracción de la economía que se agudiza en el 2016, mientras el país continúa a la espera de más medidas por parte del Gobierno para conjurar los efectos del frenazo financiero.
Como suele suceder -y los regímenes de la región que se han autodenominado progresistas no son la excepción- hacer un balance de su gestión depende del cristal con que se mire.
Por un lado, el correísmo defiende su proyecto y la enorme inversión pública que ha realizado; por otro, la oposición -que se ve dispersa- y economistas críticos cuestionan el dispendio de los recursos estatales. También deploran que no se haya creado un fondo para la época de crisis, como la de ahora.
Concluida la fiesta por el noveno aniversario, en el Ecuador persisten los problemas que se arrastran desde el 2015. Las tribulaciones se deben no solo al desplome de los precios del petróleo -que pudiera caer más a causa del regreso de Irán al mercado del crudo- y a la apreciación del dólar, sino también al enorme presupuesto que demanda el aparato estatal.
Al margen de los festejos, hay que confiar en que se adopten medidas efectivamente creativas, pese a que este 2016 es un año preelectoral y que no debieran esperarse acciones con un alto efecto político para el oficialismo.