AHORA LOS CALEFONES
En la ya larga lista de anuncios y unas cuantas prohibiciones, el Jefe de Estado dijo en su última cadena sabatina que no se podrá importar calefones a gas para calentar el agua. Los expertos opinan que crecerá el consumo de energía eléctrica.
Si hace cuatro años, cuando se inició el Gobierno con una gran popularidad, se hubiese levantado el subsidio al gas, con el dinero que el Estado se pudo ahorrar, ya estaría financiada una central hidroeléctrica.
Sin embargo, el discurso populista y una fe ciega en el sistema de subsidios ha impedido hasta la fecha tomar una medida racional: eliminar el subsidio al gas o focalizarlo hacia los sectores más pobres, evitando el dispendio.
La verdad es que un grupo de ecuatorianos bien podría pagar el precio real del cilindro de gas y hacer con ese cilindro lo que a bien tenga: calentar piscinas, cocinar o simplemente tomar una ducha.
Si se pagara el precio real, el Estado no tendría que desperdiciar millonarios recursos que llegan a cifras cercanas y hasta superiores a USD 500 millones por año.
Muchos analistas han aconsejado desde hace más de una década focalizar el subsidio a los sectores con menos recursos y subir el precio para quienes lo puedan pagar. Pero la decisión política se elude.
El último anuncio presidencial es una medida restrictiva que tendrá su alto costo para la economía estatal y familiar y su impacto en el consumo de energía eléctrica, por la falta de una oportuna política hidroeléctrica que desaprovecha las abundantes fuentes de generación y que también le cuesta al Estado que importa derivados.
El anuncio sorprendió a muchos ecuatorianos que han optado por el calefón para ahorrar dinero. El discurso político que estigmatiza a sus usuarios ni cabe ni es sano.