Es osado, un editorial de poesía. En más de diez años de escribir aquí he desarrollado un pequeño olfato sobre las temáticas que causan furor.
Editoriales con aseveraciones políticas virulentas, éxito asegurado. Futbol o sexo, emails de odio de lectores a granel. Filosofía, epistemología, apatía e indiferencia. Una vez escribí “Zaratustra y los grandes bancos”, con premisas nietzscheanas aplicadas al mundo financiero, tuve mucho menos impacto que cuando escribí “Ya no soy de la Liga” (aunque también tenía bases filosóficas, esta vez anarquistas).
Sin embargo, se podría argumentar que la escala de trascendencia va justo en sentido inverso. La actualidad política (en especial la de nuestro país) en el sótano de lo verdaderamente significativo. Y, si no se está de acuerdo con esto, al menos podremos consentir que colectivamente nuestras prioridades son un misterio, una confusión, un champús.
Respecto a la poesía, aparentemente residual e insignificante, hay una teoría que la coloca en el mayor pedestal de importancia. Ideas que –en este momento de mi vida– me hacen todo el sentido. Aquí va.
El ser humano piensa en términos de lenguaje. Nosotros formulamos con letras y sonidos aquello que nos llega de los sentidos. Intentamos explicar lo que nos rodea (a veces sin mayor éxito) usando códigos colectivamente aceptados que llamamos lenguaje.
Aun así la realidad nos es esquiva. Nunca logramos saber exactamente lo que ocurre. No somos capaces de describir con precisión el mundo y sus fenómenos físicos, el cosmos, el comportamiento humano, la geopolítica.
¿En qué momento la realidad y su difusión se condensa en nuestro interior? ¿A partir de qué punto entendemos que somos capaces de aprehender (nótese la h intermedia) los elementos de nuestro universo?
¿El instante en que lo plasmamos en lenguaje? Tal vez. ¿Pero qué lenguaje? ¿El mínimo nivel nos basta?
No. El ser humano aprehende con ambas manos su realidad cuando con lenguaje es capaz de deconstruirla, de despedazarla, de describirla con otras palabras o con sinsentidos gramaticales. Somos capaces de asumir un fenómeno cuando tenemos la fuerza de desgranar sus distintos elementos y sus facetas con minucia de expresiones diversas, con diferencias y contradicciones.
Así los elementos que componen la realidad humana nos pertenecen en tanto que seamos capaces de sublimarlos en términos de versos y lenguaje deconstruido. Esto es el creacionismo. La reflexión que la poesía es la herramienta máxima para entender y saborear aquello que nos rodea.
¡Pongámoslo a prueba! Experimentemos la geografía como nunca lo habíamos hecho, sublimándola en la experiencia humana, con una línea de Huidobro, “Los cuatro puntos cardinales son tres: el sur y el norte.”