El Ecuador, este encantador y folclórico país, donde se da y se come yuca en muchas formas por sus valores nutritivos, su precio según la temporada, nos da una idea de nuestra biodiversidad y pluriculturalidad que, a la vez, nos permite expresar libremente una variedad de gustos e ideas, indispensables para la creación de una memoria histórica culinaria. Así es como, cuando pensamos en el tubérculo lo vemos en sus múltiples formas, más largo o más corto, gordito o más flaquito y con variantes en el color, desde su cáscara café hasta su interior del más puro blanco hasta un profundo morado.
Buen representante de lo que somos como pueblo, libres históricamente de crecer de muchas maneras, de pieles oscuras o más claras, rebeldes, porque no permitimos que nos den un solo modelo para crecer y podemos ser rectos o retorcidos. Además, si hacemos un estudio profundo de gastronomía, a pesar de lo amplia de su difusión, no tenemos obligación de comerla, muchos habrá que no gustan de su sabor. Solo de pensar un segundo imagino muchines de yuca con dulce miel, locro de yuca, pastelitos con delicioso queso derretido al centro, yuca frita en palitos o en chips, chicha de yuca, tan tradicional, menestra de yuca, sancocho con yuca, tambor de yuca con panela. ¡Tanta maravilla gastronómica de muchas de las regiones del país!
Ahora, a los niños desde pequeños se les enseña a comer yuca, a muchos les gusta y a otros no, ya nada se podrá hacer con los gustos propios de cada uno cuando salgan de la custodia maternal. Más aún, hay padres a quienes no les gusta tampoco la yuca y, sin embargo, sin dar el ejemplo, pretenden que sus hijos sí lo hagan. Es decir, obligar a sus vástagos a comer en la misma mesa lo que ellos no comen. Sin el ejemplo, los niños no aprenderán a comer yuca, sino, más bien, como lo sabemos todos quienes somos padres o madres, seguirán nuestro ejemplo… Si doy yuca cada vez que me siento en la mesa, más vale que la coma también, porque sino, mis hijos solo seguirán nuestro comportamiento como el correcto y, así de simple, no comerán yuca y me darán dura lucha. ¿Me das yuca a diario, cada sábado, como platillo especial y, hasta entre semana, cuando no imaginas otra cosa para hacer o es lo único que tienes en tu despensa, quieres que me la trague, pero tú pretendes comer solo papa?
¡Oh no! Así no funciona, los chicos, como los pueblos, aprenden de quienes dirigen sus vidas en sus diferentes etapas. Si yo sirvo deliciosa yuca, en todas sus posibles expresiones, lo mínimo que puedo hacer es esperar que recibiré exactamente lo mismo. La magia de la culinaria se parece mucho a la de la vida. Si yo pongo en mi mesa creativos y fantásticos platos de yuca, quienes me rodean entenderán que me encanta, y cuando vaya a sus casas, me ofrecerán otro tanto, un gran yucazo y tendré que comerla con el mismo gusto que la reparto.
Una simple lección de vida, tal cual, y esto solo hablando de la culinaria de la yuca.