Columnista invitada
El Ecuador corrió con suerte después de los once días de terror vividos, triunfó la democracia, no obstante el alto costo que debimos pagar gobierno y ciudadanos. El atinado llamado al diálogo del presidente nos salvó de una masacre.
De ahora en adelante el presidente Moreno deberá dormir con un ojo abierto pues las raíces de la protesta no están cortadas y pueden rebrotar en cualquier momento, máxime si hay intereses nacionales e internacionales de diferentes grupos sociales hoy fortalecidos luego del empoderamiento que sienten tras la decisión del Gobierno de retroceder en sus propuestas de política económica y laboral.
Algo con lo que no se contaba al inicio del paro fue la rebelión del socialismo del siglo XXI, instrumentalizada por los militantes de la revolución ciudadana, que aupados por el adoctrinamiento realizado durante diez años de populismo pertinaz y en el contexto de la ola de esa forma de gobierno que circula por varios países de América Latina sigue viva y lejos de extinguirse constituye una amenaza de continuar extendiendo sus brazos en el continente. La fuerza con la que se manifiesta en Venezuela, Bolivia, Nicaragua y muy posiblemente en Argentina, así como la estructura creada por el Foro de Sao Paulo y el auspicio de Cuba no permiten desestimar la vulnerabilidad de países como el nuestro donde existen condiciones hostiles al modelo económico liberal, por el saqueo de la corrupción y el despilfarro de los recursos.
El sector indígena sabiéndolo o no ha colaborado decisivamente en la mencionada revuelta y sus dirigentes han logrado bonos en su relación con el Gobierno, lo cual sería muy positivo si hubiera claridad en sus demandas y sobre todo la firme pretensión de corregir la injusta estructura e inequidad social, lo malo está en que la gran mayoría de sus miembros son vulnerables a la demagogia y terminan confundidos cuando no manipulados por ciertos líderes oportunistas. La falta de educación de calidad en los sectores populares y la minimización de este segmento y sus necesidades por parte de los gobiernos de turno, visible en el alto porcentaje de analfabetismo funcional existente, está pasando la factura hoy. Los sectores sindicales fortalecen este movimiento interno, por ello no cabe tampoco desatenderlos y haciendo un mea culpa hay que trabajar en esos frentes, so pena de que cualquier gobierno pueda ser secuestrado por estas fuerzas internas.
El reto de este Gobierno es procesar y digerir este chocolate amargo pero cierto que puede derramarse más temprano que tarde y que sería altamente lamentable luego de haber conseguido iniciar un proceso de re-institucionalización y reconstrucción del país. Las estrategias deberán comenzar con la inclusión de rubros para beneficio de los más pobres en el presupuesto general del Estado, su seguimiento y oportuna evaluación.