Columnista invitada
La tragedia que vive el mundo a causa de la pandemia nos obliga a repensar el estilo de vida y la forma de conceptualizar la economía hasta hoy vista para alcanzar recursos financieros mediante la producción y productividad, elementos que han llevado a las actuales potencias a ganar un espacio “privilegiado” en el contexto del orden económico internacional, dado por su grado de industrialización, lo que les ha valido la etiqueta de países desarrollados.
Hoy que su debilidad ha quedado al descubierto, donde ni capitalismo ni comunismo funcionan, donde EE.UU. es tan frágil como Ecuador o Paraguay igual que Francia y que ni el poder ni el dinero pueden controlar la terrible peste, vale repensar la economía y volver a su concepción original, la del oikos nomos, es decir la de la economía como forma de administrar la casa, con los recursos disponibles y dotándole a la misma de lo esencial, asumiendo que administración no significa sobre explotación de recursos, ni acumulación de dinero y poder. Cada nación deberá empezar reconociendo sus potencialidades y limitaciones, también la necesidad de interrelación con el mundo pero siempre con fines complementarios más que de predominio.
Hay que entender que esta crisis es diferente a la gran depresión de 1929 o a la financiera de 2008, que el problema fundamental no es la disminución de los volúmenes de producción, la paralización de algunos sectores, la caída de indicadores económicos, etc, la crisis actual pone al mundo en una disyuntiva tal que lo obliga a escoger entre la vida o la economía, recordando que no hay economía si no hay vida, por ello no vale desgastarse pensando en la estimación de pérdidas financieras o planes de contingencia sobre una estructura derrumbada porque esa distribución ya no existe se ha venido abajo y muy probablemente desde la nueva concepción de vida lo perdido serán ganancias porque ya no se pensará estrictamente en lo material sino en el ser humano como parte del ecosistema y no como depredador del mismo. En lo posterior y cuando esto pase, después de asimilar su estela de dolor y lágrimas, se deberá empezar de cero, dándole a la vida su valor real, no el actual ideado como un conjunto de monedas y un cúmulo de ego que erróneamente ha llevado a unos cuantos a considerarse supermanes, dueños de territorios y del destino de sus poblaciones.
Finalmente, que nos quede claro que no somos nosotros quienes hemos escogido cambiar los paradigmas actuales, es el universo quien nos ha forzado a aquello, nos está regresando al camino de la humanidad y la equidad, la cual ha sido ignorada y pospuesta por un conjunto de pseudo líderes locales y globales que ultrajaron sin piedad a miles de millones de personas en el planeta conduciéndolos por un camino doloroso con un final trágico como el que estamos viviendo.