Zhang Jun/ Project Syndicate
Tras décadas de “milagro de crecimiento”, la economía china preocupa cada vez más. Algunas cuestiones, como el alto endeudamiento corporativo y el exceso de capacidad en el sector estatal, reciben mucha atención. Pero hay tendencias de las que no se habla tanto y que son amenazas al desarrollo del país.
En primer lugar, a pesar de la caída del crecimiento del PIB, aumentó la financiación social (y especialmente el crédito). Esto se relaciona directamente con el problema de las deudas: la refinanciación continua de grandes pasivos crea una demanda constante de liquidez, aunque la inversión real no aumente. Esta “expansión crediticia” (en realidad no es más que deuda refinanciada) es insostenible. Es evidente que se necesita una solución para este problema, y el gobierno chino estuvo trabajando en ella, mediante la implementación de políticas para la reestructuración de deudas. Por ejemplo, en 2015 el gobierno central ayudó a las autoridades de nivel local a reemplazar 3,2 billones de yuanes (471.900 millones de dólares) de deudas en riesgo, y otros 5 billones de yuanes este año. El plan gubernamental para la sustitución de deudas corporativas por capital propio puede colaborar con estas iniciativas.
Pero estas estrategias no resolverán totalmente el problema del endeudamiento, sobre todo porque en su mayor parte involucra a empresas estatales. Una solución que se propuso implicaría una amplia reestructuración de las empresas estatales grandes. La venta o transferencia de activos en poder del Estado cubriría los pasivos y sacaría al sector estatal de su actual endeudamiento. Esta estrategia también crearía una oportunidad para promover la privatización, lo que tal vez fomente la innovación y la competitividad.
La segunda tendencia riesgosa es la veloz caída de la inversión en bienes de capital fijos, del 20% anterior a cerca de 8% en la actualidad. Esta caída fue particularmente pronunciada en el sector privado. Entre 2002 y 2012, el crecimiento promedio de la inversión del sector privado fue alrededor de 20%; a fines del año pasado, era sólo 10%, y entre enero y agosto de este año alcanzó apenas el 2,1% (con una sorprendente contracción del 1,2% en julio). La inversión edilicia también se frenó (tras un crecimiento apenas superior al 1% el año pasado) debido a una serie de políticas restrictivas.
Dado que la inversión privada equivale al menos al 60% de la inversión total en manufacturas, esto tendrá indudables consecuencias macroeconómicas. Y si bien el crecimiento de la inversión estatal (del orden de los dos dígitos) moderará la caída general, esto también refleja un problema de predominio del Estado. Las empresas privadas tienen dificultades para obtener crédito de bancos comerciales estatales y están en desventaja en el mercado de financiación directa.