Hace un mes y medio uno de los hombres más poderosos del planeta pasó de su despacho, en el cual se decide el manejo de la economía mundial, a una cárcel neoyorquina con vigilancia permanente por temor a que se suicidara.
Un individuo con las más altas posibilidades de ganar el poder en la casa presidencial de los Campos Elíseos, en París, a una habitación de tres por cuatro con inodoro incluido y rejas en una ventana a ninguna parte en la Isla Rikers, de Nueva York.
La causa de ese brusco cambio fue la acusación de haber atacado, violado e impedido que saliera de la habitación la mucama del hotel en el que él se hallaba alojado.
La víctima o supuesta víctima era una inmigrante de Guinea que de trabajadora como mucama en un elegante hotel pasó a ser una celebridad mundial y su imagen de honesta trabajadora y madre ejemplar fue difundida en los periódicos de medio mundo, ganando simpatía y sentimientos de solidaridad.
Pero un mes y medio más tarde, el nefasto violador, abusador de su condición de poderoso, pasa a ser el perjudicado de un complot internacional o víctima de una mujer que planeó obtener una fuerte tajada de dinero de parte del hombre con el cual al parecer mantuvo un felatio consentido. La supuesta perjudicada ahora resulta ser la presunta autora de un chantaje, la madre ejemplar pasa a ser sospechosa de prostitución.
La justicia norteamericana estaba mostrando al mundo que una humilde mujer ultrajada y privada de su libertad por un poderoso podía ser escuchada, podía ser defendida y podía hacer que el victimario pagara por sus faltas. También era un magnífico caso para hacerle famoso al fiscal acusador, demostrar que su investigación e indagaciones no temían señalar al poderoso y defender al humilde.
Habría sido un gran caso, habría dejado lecciones imborrables en el mundo y habría señalado a ese fiscal, a ese juez, a esa justicia y a ese país como adalides de la verdad y la justicia. Se habría reivindicado a tanta mujer abusada y acosada por poderosos.
Un mes y medio más tarde, todo hace agua. Al parecer, dentro de la misma Fiscalía había voces que señalaban las inconsistencias del caso, había declaraciones contradictorias y la mujer había realizado bajo juramento un relato falso.
¿Complot internacional, chantaje de un grupo de delincuentes? ¿Quién sabe? En un caso, hubo mal juicio al tener en ese sitio y en esas condiciones una relación sexual, consentida o no. En otro caso, hubo malicia al acusar de actos gravísimos a un individuo con el fin de obtener beneficios económicos o políticos.
Finalmente, hubo ligereza de parte de los fiscales que no hicieron bien su trabajo, estimulados por las aspiraciones personales de fama y fortuna en un caso tan publicitado.