La presencia del flamante presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, comienza a sentirse desde su primera semana de gobierno. No como ejemplo de decisiones de gobierno profundamente meditadas sino como producto de una personalidad controvertida, caprichosa y superficial.
Una de estas decisiones es la firma de un decreto ejecutivo por medio del cual retira a los Estados Unidos del Tratado de Asociación Transpacífica (TTP). Aunque esto fue parte de su oferta de campaña y un guiño a la clase trabajadora afectada por la deslocalización de la industria en otros países, responde también a un capricho del novato e inexperto presidente por desmontar el legado de Obama.
El TPP, firmado en el 2015, está conformado por varios países de la zona Asia-Pacífico: Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Vietnam y, por supuesto, EE:UU. Todos juntos representan el 40% de la economía mundial. Este acuerdo no solo se enfoca a la eliminación de barreras arancelarias sino a asuntos relacionados con la legislación laboral, ambiente, propiedad intelectual, compras estatales, etc.
Pese a que el TPP todavía no ha entrado en vigencia (por lo tanto, no podría decirse que es causante de la deslocalización de la industria y del desempleo en Estados Unidos), es, como muchos acuerdos de este tipo, un instrumento de política exterior. Es decir, fue concebido como un medio para ampliar la influencia de los Estados Unidos en la zona Asia-Pacífico y, por consiguiente, para frenar la creciente presencia de China. En otras palabras, los argumentos simples, básicos y sin mayor fundamento de Trump le están llevando de manera gratuita a Estados Unidos a perder influencia y hegemonía en una de las zonas estratégicas más importantes y con mayor proyección a nivel mundial.
John McCain, senador republicano y ex candidato a la presidencia en el 2008, ha dicho que la retirada del TPP es “un error grave que tendrá consecuencias duraderas para la economía americana y para la posición estratégica de los Estados Unidos”.
Entonces, como podrán apreciar, el TPP no es un asunto meramente comercial. Hay aspectos de carácter geopolítico y estratégico que si no son aprovechados por los Estados Unidos serán capitalizados por China. Es curioso que justo en estos días, mientras Trump asumía el mando bajo el lema “America first”, el líder chino, Xi Jinping, asistía al Foro Económico Mundial en Davos promulgando todo lo contrario. Ha defendido de manera contundente la globalización y, en clara referencia a lo que se viene con Trump, ha dicho que las guerras comerciales no producen ganadores.
Me temo que estamos siendo testigos de un cambio en el orden mundial. El debilitamiento de Estados Unidos que tiende a agravarse con la administración de Trump y el fortalecimiento de China basado en el manejo de su economía y su proyección estratégica a nivel global.
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