Un porcentaje importante de los ecuatorianos no recuerda lo que es un país con moneda propia. No tiene memoria de lo que fue vivir con un salario que se depreciaba todos los meses o lo que significaba cada mes necesitar de mayor cantidad de sucres para poder importar lo mismo. La inflación elevada y la depreciación cambiaria imponía un ambiente de nerviosismo y de aversión a la inversión a todo nivel.
El 9 de enero del año 2000 se adopta oficialmente la dolarización, esquema cambiario que ya venía aplicándose en el mercado por el propio proceso de desconfianza en la moneda nacional. La crisis bancaria del año 1999, la debilidad fiscal, entre muchos otros factores, generaron una pérdida acelerada de la confianza en la moneda nacional y la gente empezó a refugiarse en el dólar como una forma de protección y seguridad. Las monedas que no generan confianza dejan de ser tales. El 70% de los activos y pasivos del sistema financiero ya se expresaban en la moneda extranjera. Por lo tanto, la dolarización oficial fue en la práctica el resultado de la pérdida de confianza en la moneda producto de la propia crisis económica. Se podrá discutir que nunca se debió llegar a esa situación, pero finalmente ante su presencia los márgenes de maniobra del gobierno de la época eran muy limitados y la dolarización consiguió frenar de raíz el desangre de recursos.
La pérdida de reservas internacionales del Banco Central por la intención de aumentar la oferta de dólares en el mercado para detener la depreciación cambiaria dio como resultado el fin del esquema de bandas cambiarias, régimen anterior a la dolarización. Luego, la desconfianza en el sucre hizo que la demanda de dólares se desate sin control hasta que el gobierno decidió dolarizar al tipo de cambio que le permitía canjear los sucres en circulación por los dólares disponibles y líquidos en las reservas internacionales. Esa cifra fue de 25.000 sucres por dólar, es decir, fue simplemente la cotización que permitía canjear una moneda con la otra. Si se lo hacía antes de perder tantas reservas internacionales habría sido posible a una menor cotización y si se demoraba más tiempo habría sido necesario dolarizar a un tipo de cambio más alto. Fue un tema eminentemente técnico.
Fue la decisión acertada y el resultado de su aplicación al cabo de dos décadas es claramente favorable. Ha permitido sortear crisis políticas como fueron los derrocamientos de 3 presidentes de la República evitando que se produzcan problemas de inflación y devaluaciones aceleradas. Ha sido también un saco de fuerza para un gobierno derrochador como el del ex presidente Correa, el cual con la posibilidad de imprimir y devaluar la moneda habría generado una crisis parecida a la venezolana. No hemos hecho todos los deberes pero, a pesar de todo, sigue ahí campante. Hay que fortalecerla mucho más.
Columnista invitado