Es verdad que Correa ha sido enfático en afirmar que mientras él sea presidente no la afectará.
Pero es reiterativo en expresar que si le devuelven la facultad de devaluar podría controlar el sector externo de la economía, ante el hecho de que el dólar se aprecia, porque otros países deprecian su moneda, por varias causas, entre estas –y no necesariamente la única- por la caída de los precios de las materias primas, en las que se sustentan sus economías.
En una de sus tantas frases, escuché que expresó que la apreciación que se produce del dólar, tritura a la economía de los países dependientes de ese signo monetario. Más triturados quedaríamos si se va la dolarización.
Los desastres monetarios de otros países del llamado socialismo del siglo XXI aterran a los ciudadanos. Venezuela ya llega al infinito de la devaluación. Argentina salió de la convertibilidad y se disparó el peso argentino.
Una anécdota casual: una de las figuras destacadas del gobierno del presidente Correa viajaba a la Argentina y lo encontré demandando billetes de 100 dólares. Bromeé si él en Buenos Aires los negociaba en pesos fuera del control cambiario, me dijo que sí, y, sin que se lo pregunte, me dijo: “también lo hago en Venezuela”.
En lo inmediato, una devaluación favorecería al volumen de la exportación, pero la moneda que recibirían los exportadores ya no sería el dólar, sino que lo previsible es que se llegaría a la incautación, para que los dólares vayan al Banco Central, y el exportador recibiría la moneda nacional.
Salir de la dolarización, para que haya mercado libre y legal de dólares en el Ecuador, parecería imposible. Deberá estar vinculada una desdolarización con la incautación de la moneda extranjera.
Una incautación sería un severo golpe al ingreso voluntario de divisas. Además, se licuarían las deudas en moneda nacional, pero no las que queden en dólares.
También se licuarían las remuneraciones. Y todo esto generaría un mercado ilícito de divisas.
Confíe, Presidente, en la dolarización, aun cuando usted la tome como un mal que debe soportar. Degradarla en sus frases, también degrada la confianza que, reclama, le deben los ciudadanos.
Hay otras vías para que los exportadores puedan mantenerse satisfactoriamente en los mercados internacionales.
Estimule el ingreso de divisas. Realmente abra la posibilidad para que los ecuatorianos con recursos en el exterior -y también los extranjeros- los traigan al Ecuador, pero con confianza de que en meses no aparecerá otra vez la sombra de la desdolarización y la incautación.
Hoy, los que por años han venido teniendo sus ingresos por la actividad comercial, están en la dolorosa realidad que estos no se obtienen, no hay ventas, ya que el temor supera a la voluntad de confiar.
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