Podría decirse que en el 2015 empezó la fase 3 de la dolarización, la de bajos precios del petróleo y bajo crecimiento económico. La gran interrogante es cómo “resetear” el país para regresar a lo que tuvimos en la fase 1, la de buen crecimiento a pesar de los bajos precios del petróleo.
Después de la estabilización del año 2000, la dolarización entró en su primera fase, que duró del 2001 al 2006, fase en la que el precio del petróleo fue relativamente bajo, pero el crecimiento bastante alto. En números, si hoy el barril de petróleo está en USD 60, en esa época (2001-2006), en dólares actuales, estaba es unos USD 42. Pero en esos años, la economía creció, en promedio, al 5% anual, algo muy, muy superior a lo que habíamos crecido en las dos décadas anteriores.
Ese fue el período clave para consolidar la dolarización, porque el sistema, además de darnos estabilidad, nos dio crecimiento y los ecuatorianos nos enamoramos de la dolarización.
Después vino una segunda fase de la dolarización, la del precio del petróleo alto con crecimiento moderado, que duró del 2007 al 2014. En promedio, el barril de crudo ecuatoriano se vendió en USD 91, en dólares actuales. Y la economía creció bastante bien, pero sólo al 4%, o sea, algo menos que en el período anterior.
El crecimiento en esta segunda fase se debió al impulso que dio el gobierno a la economía, gastando hasta el último centavo en más burocracia y en obras. Sólo como ejemplo, el gasto del sector público fue, entre 2007 y 2014, tres veces más alto que entre 2001 y 2006 (todo en dólares ajustados por inflación).
Y se gastaron bastante más que “el último centavo” porque nos endeudaron con locura, pero eso es otra historia.
Lo triste es que después del irracional derroche de la fase 2, pasamos al preocupante estancamiento de la fase 3, porque desde el 2015 la economía sólo ha crecido al 0,6% anual y nada indica que, al menos en los próximos tres años, vaya a cambiar la tendencia. Y ese pésimo crecimiento se da a pesar de un precio del petróleo “no tan malo”, de unos USD 48, o sea, algo más que en la fase 1.
El problema es que el país se acostumbró a vivir de las rentas y de la fantasía de los altos precios del petróleo y ahora el objetivo es recuperar esa estructura económica que nos permitía crecer a pesar de los precios bajos del petróleo. Y eso va a ser tan “agradable” como una terapia de desintoxicación de drogas.
Porque el petróleo alto fue casi como una droga para el país y romper esa adicción va a ser durísimo para todos.
Lo más preocupante es que las próximas elecciones presidenciales van a ser luego de seis años consecutivos de pésimo desempeño económico. Si históricamente ya votamos mal, aterroriza pensar lo que pueda salir de las elecciones del 2021.