Julio César Trujillo participó en el último desfile del Primero de Mayo junto a trabajadores y dirigentes sindicales, como lo había hecho cada año a lo largo de décadas. Hace más de cuarenta años, conocí al doctor Trujillo como profesor de Derecho del Trabajo en la Facultad de Jurisprudencia de la Católica. En la cátedra y en el ejercicio profesional, siempre mostró de qué lado se hallaba: la defensa de los más débiles y la solidaridad hacia los pobres. “Me he peleado con los poderosos del país por ello”, recordó en una de sus últimas entrevistas, la publicada en EL COMERCIO del pasado domingo.
En ella reconoció, como fuente de sus convicciones ideológicas, la doctrina social de la Iglesia. Sus principios le inspiraron para luchar por la justicia. Durante su larga carrera política dio testimonio de una coherencia y honradez ejemplares. Cuando perdura la tendencia a desvalorizar la política y rechazarla y meter a todos los políticos en el mismo saco, ese testimonio reviste un gran valor porque marca la diferencia entre quienes se sirven de ella para provecho personal y de su grupo, la utilizan para atizar la división en la sociedad y sembrar el odio y la violencia, y quienes viven para la política, como servicio a los demás, con ética y sentido de responsabilidad.
De esa buena madera estaba hecha la personalidad de Julio César Trujillo. Tras los años de dictaduras militares en la década de los setentas, luchó para el retorno del país a la democracia. Fue asambleísta constituyente; se desempeñó después con altura y solvencia como legislador, en distintas funciones públicas y la militancia partidista.
En testimonio reciente de entereza cívica integró la Comisión Nacional Anticorrupción y encabezó el Consejo de Participación Ciudadana transitorio. Bajo el prestigio y la confiabilidad del político y el jurista, el Ecuador ha dado pasos importantes para recuperar las instituciones de la democracia. Pocas semanas atrás, pude estrechar la mano de Julio César Trujillo y manifestarle mi adhesión a su valiente y firme lucha contra la destrucción del país y la corrupción durante la década correísta.
Otro pensamiento en la mencionada entrevista refrenda su sensibilidad social y su ideal humanista: solo si el Ecuador supera la abismal falta de equidad corresponderá a la belleza de la naturaleza y a la generosidad de su gente, afirma. De la mayoría, claro está; no de ese grupo canallesco que dio muestras de su pequeñez de espíritu endilgándole frases hirientes y ofensivas cuando permanecía en el lecho de muerte.
Julio César ofreció que, tras cerrar sus funciones al frente del Consejo de Participación, recogería firmas para sujetar a consulta popular la eliminación de la antidemocrática institución. Completar esa tarea será un homenaje a su memoria.