Columnista invitado
La Encíclica ‘Laudato si’, que ha emitido el papa Francisco con referencia al medioambiente es un llamado a la conciencia de gobernantes y gobernados, poderosos y desvalidos, para no seguir atentando contra la humanidad, porque el efecto devastador que tendrá el comportamiento humano si no hay un cambio radical, afectará a todos, a moros y cristianos, en “este siglo que podría ser testigo de cambios climáticos inauditos”.
Si bien la Encíclica se refiere a los temas ambientales, sus pronunciamientos son aplicables a la conducta humana en todos los campos y merecen reflexión responsable en época de problemas. En tiempo de diálogos: “Se requiere de la política una mayor atención para prevenir y resolver las causas que pueden originar conflictos”. Llama a escuchar a los involucrados en los lugares en que se llevarán a cabo explotaciones extractivas, afectados en su sistema de vida. “La política no debe someterse a la economía y esta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia.
Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se dediquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana”.
Oigamos este llamado de atención: “El drama del inmediatismo político, sostenido también por poblaciones consumistas, provoca la necesidad de producir crecimiento a corto plazo. Respondiendo a intereses electorales, losgobiernos no se exponen fácilmente a irritar a la población con medidas que pueden afectar el nivel de consumo o poner en riesgo inversiones extranjeras. La miopía de la construcción de poder detiene la integración de la agenda ambiental con mirada amplia en la agenda de los gobiernos”.
Y este otro, aplicable siempre: “La grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo. Al poder político le cuesta mucho asumir este deber en un proyecto de nación”.
Pero si hay que escoger un párrafo que reúna el enfado del Papa y el llamado enérgico a cambiar, hay que ir casi al final, aplicable también al momento actual: “La política y la economía tienden a culparse mutuamente por lo que se refiere a la pobreza y a la degradación del ambiente. Pero lo que se espera es que reconozcan sus propios errores y encuentren formas de interacción orientadas al bien común.
Mientras unos se desesperan solo por el rédito económico y otros se obsesionan solo por conservar o acrecentar el poder, lo que tenemos son guerras o acuerdos espurios donde lo que menos interesa a las dos partes es preservar el ambiente y cuidar a los más débiles”.
Cuando la presencia de Francisco emociona y convoca, al margen del aprovechamiento que unos y otros traten de hacer de su visita, hay que oírle. No solo oírle, sino escucharle, puede ser fructífero en tiempos de enfrentamiento.