La cercana fecha del Día del Periodista ecuatoriano y las brisas de influenza o tormentas destructivas para instalar su relato intentando demoler todo lo existente llaman a pensar.
La existencia de este medio, casa abierta de pensamiento plural, busca seguir siendo espacio para la reflexión de ideas y de corrientes colectivas solo posibles en libertad y en democracia.
Aun cuando las proclamas de libertad de expresión sean forzadas para algunos, el tiempo que vivimos es, sin duda más abierto y respetuoso que aquel que azotó al país en la década pasada.
Lo primero que hay que entender es que la libertad de prensa, es una extensión de la libertad de pensamiento que luego pasa por el proceso de la libertad de expresión y tiene en los medios un espacio de divulgación propicio, abierto y seguro. La libertad de prensa no es graciosa concesión de los poderes de turno sino un derecho social que además está consagrado por proclamas y documentos internacionales universalmente aceptados.
Al poder siempre le incomodó la crítica. Cuanto más acumulación de poder ejercía más coerción y presión buscó ejercer.
Los que confundieron la información con la propaganda para tapar las miserias de la corrupción o los fallos en el ejercicio de la función pública atacaron al periodismo libre. En las tiranías frecuentes en nuestro continente en los siglos XIX y XX esa práctica era cuestión de todos los días.
Las tiranías argentinas de Rosas y Juan Domingo Perón escribieron páginas ignominiosas en esa línea. Los mismo puede decirse de las dictaduras militares del cono sur o de los totalitarismos que cundieron en Europa y en las teocracias integristas; en los gobiernos de mano dura, muerte y charreteras, que pusieron su orden a sangre y palos en África y cuyas prácticas aún abundan desafortunadamente. En pleno Siglo XXI los herederos del peronismo libraron una batalla contra la prensa crítica. Kirchner y su viuda fueron implacables.
Los monigotes que siguieron los pasos del comandante eterno Hugo Chávez ( que vive en sus corazones) intentaron hacer lo propio, aplicar las cadenas infamantes , la propaganda, la persecución y el insulto.
Las redes sociales, cuya divulgación puede ser saludable, ampliar la curiosidad y el conocimiento también son cauce para las noticias falsas ( fake news) o usos de albañal. Muchas se han puesto al servicio de la calumnia; los trolls y algunas de las paginuchas web que abundan, amparadas en multitud de cabeceras con nombres estrambóticos aprovechan para convivir en la vorágine de libertad y medrar de la descalificación del distinto. Esta época vivimos. Es mejor así a que las silencien, como con Primicias de la Cultura de Quito, o cuelguen a los periodistas en las plazas públicas exhibiendo los cadáveres por días, como sucedió con los patriotas de El Quiteño Libre. Para medios como EL COMERCIO vale que la gente acuda a su versión, garantía creíble de seriedad y libertad.