Nací en 1938 en Bolívar, Carchi, “lugar de nacimiento del General Julio Andrade y de su hermano el doctor Roberto Andrade”. Estudié…“de 1ro a 3er grados en la escuela fiscal Julio Andrade con el profesor Julio Miguel Montenegro, quien me enseñó a leer, escribir y contar. Recuerdo mucho el comportamiento de este gran maestro y le agradezco mucho, porque fue el autor del futuro de mi vida.”“… Como era una escuela campesina… nos sacaban al campo, a la naturaleza, cuando teníamos que estudiar Zoología, Botánica…”
“El mayor recuerdo que tengo… además del señor Montenegro, es del Padre José Avelino Fuertes, mi profesor de quinto grado… De él recuerdo la ley de la causalidad: “No hay efecto sin causa” y “siempre hay que buscar la verdad”…“Yo uní los dos pensamientos, las dos teorías, y desde entonces, hasta ahora, sigo buscando la verdad”…“He cambiado mucho de lo que fui en la escuela (un metafísico), en el colegio (un laico liberal) y desde que estuve en la universidad, leo metafísica y dialéctica. Mi principal método son las Leyes de la dialéctica; siempre me planteo muchas contradicciones…”
Estudié para maestro en el Colegio Normal Carlos Zambrano de Uyumbicho: “Recién graduado…, me entregué como nos habían enseñado, con toda fuerza y capacidad al servicio de mis alumnos”… “El maestro era muy responsable en su trabajo”… “Había mucha preocupación porque se ponga en práctica las teorías pedagógicas y didácticas en todas las asignaturas”… “Para la capacitación docente, el Ministerio de Educación organizaba cursos vacacionales para ascenso de categoría. Duraban un mes”.
El maestro “en la comunidad era muy respetado y muy querido. Era el líder… “… Él estaba siempre participando en diferentes actividades extraescolares con los habitantes, incluido los sábados y domingos. De lunes a viernes no dejábamos la escuela para atender cosas comunitarias. Trabajábamos de mañana y tarde. Después de las 4 de la tarde éramos los consultores de los padres de familia o nos comunicábamos con las autoridades, ya sea el cura párroco o el Teniente Político…”
Permanentemente nos evaluaban. La mejor evaluación era el aprendizaje de nuestros alumnos…“Es importante resaltar que la evaluación final se hacía con exámenes públicos. Los niños exponían sus conocimientos adquiridos durante el año, ante la presencia de los padres de familia. Ese último día era un día de fiesta y alegría”.
En aquellos años se celebraba el aprendizaje. Hoy en homenaje al día mundial del quien lo facilita, el docente, he compartido algunas líneas de la entrevista realizada al maestro Fredermán Tamayo, formado como todos los normalistas en la rigurosidad pedagógica, en el amor a los niños y al país, en una época en que la educación pública floreció y ganó prestigio por su calidad. ¡Salud maestros y maestras!