Hace muchos años pude conocer de labios de Benjamín Carrión el lado anecdótico y desconocido de la fundación de la Casa de la Cultura. Es una historia en la que se juntan la tenacidad y el espíritu organizador de Carrión y una tendencia que recorría toda América con el objeto de dar a sus diversas sociedades una identidad remozada.
Bajo la influencia de Vasconcelos, a quien había conocido en Francia, Carrión se adhirió a la corriente de pensamiento que desde los años 20 proclamaba el mestizaje como emblema de una identidad que, sin desconocer el sustrato indígena de nuestra cultura, reivindicaba la herencia hispánica que algunos extremistas trataban de anular. En su ensayo sobre Vasconcelos (Los creadores de la nueva América, 1928), Carrión expresa su admiración por el mexicano, pero en sus escritos posteriores, y sobre todo en las Cartas al Ecuador (1943), completa la tesis del mestizaje con el concepto de cultura nacional.
Cuando se produjo la llamada Gloriosa Revolución del 28 de mayo (1944), Carrión encontró la ocasión propicia para iniciar en el Ecuador algo semejante a lo que Vasconcelos había hecho en México. Siendo el titular del Instituto Nacional de Previsión, se aburría en las sesiones que debía presidir, y en un cuaderno que apoyaba en sus rodillas iba escribiendo el proyecto de decreto para crear lo que se le ocurrió llamar Casa de la Cultura Ecuatoriana; no instituto, sino casa, para que sea el hogar de escritores, artistas, científicos e intelectuales.
Velasco Ibarra, investido de poderes supremos, había convocado una Asamblea Constituyente que, siguiendo una tradición que se había mantenido invariable desde la creación de la República, debía reunirse el 10 de Agosto de aquel año de 1944. Semanas antes, Benjamín Carrión le había entregado su proyecto de decreto, pero llegó el 9 de agosto y el decreto aún no estaba firmado. Era el último día en que Velasco tenía facultades supremas y Carrión estaba en la antesala de su despacho esperando ser recibido para obtener por fin esa firma aplazada, mientras Ministros y otros altos funcionarios entraban y salían presurosos llevando papeles y hablando entre sí en voz baja, pero evidentemente tensa. Y Carrión esperaba.
Esperó toda la noche y sintió angustia cuando el reloj de pie que había en esa sala, dio las doce campanadas. Había empezado el 10 de Agosto y Velasco ya no tenía facultades, aunque el acto solemne de su entrega se realizaría por la tarde. Pero no importaba, el Jefe Supremo tendría que recibirle. ¿Tardaría? Casi de madrugada pudo al fin entrar Carrión y encontró a Velasco agotado: había trabajado toda la noche para despachar los asuntos pendientes, pero pidió disculpas y firmó…, con fecha 9 de Agosto. La Casa había sido fundada, y con ella quedaba institucionalizada la ideología del mestizaje, presentada bajo la forma de “cultura nacional”… Es hora de reflexionar sobre el declive de esa ideología y la necesidad de incorporar la interculturalidad.