Lo que le sucede a Mónica Chuji es un buen ejemplo del que van a tomar nota los colaboradores de la ‘revolución ciudadana’. Hace pocos años, esta señora no solo simpatizaba con el Gobierno, sino que formaba parte de él.
Por su apego a la doctrina gubernamental ella recibía toda clase de halagos sobre su valía profesional y humana. Era un verdadero orgullo tener a una mujer indígena, joven y preparada, trabajando en el Gabinete, decían los voceros de la propaganda oficial que aseguraba que todo se hacía con ‘infinito amor’.
Ahora que la señora Chuji ya no forma parte del Régimen y que ha manifestado públicamente su desacuerdo con él, ya no es la persona brillante e idealista de un inicio. Ahora, más bien, tiene serias posibilidades de ser condenada a tres años de cárcel y a pagar la nada despreciable suma de 250 mil dólares. Se le acusa de haber injuriado a un importante miembro del Ejecutivo.
El mensaje de fondo de esta historia es el siguiente: aquí la traición se paga cara, así que ni se te ocurra cometerla. Si estás conmigo todo marchará bien, pero si vas en mi contra las cosas pudieran ponerse feas para ti.
Muchas personas no tendrán problema en someterse a ese destino feudal. Lo verán como un costo, tal vez incómodo a veces, pero necesario para obtener lo que más anhelan: comodidad material y seguridad. Supongo que serán la mayoría de quienes forman parte del Gobierno, sobre todo porque un nuevo triunfo en las próximas elecciones no parece improbable.
Pero otros, aquellos que durante años se dieron golpes de pecho sobre el estado calamitoso de la política ecuatoriana y que colaboran con el Régimen actual porque vieron una oportunidad para cambiar todo aquello, ¿qué irán a decir?
¿Se atreverá alguno de ellos a levantar una crítica por la manera desastrosa como se está conduciendo la economía? ¿Podrá alguno expresar su desacuerdo por los excesos que se cometen contra los periodistas que comparecieron ante la CIDH? ¿Tendrán la posibilidad de protestar por la manera grotesta como se conduce la política exterior del país? Me atrevería a decir que no.
A quien ose discrepar con las políticas del Régimen se le permitirá, a lo sumo, una salida discreta, por la puerta de atrás y sin pena ni glora. Pobre del ex funcionario que se atreva a vocear sus críticas en los medios de comunicación. Es muy probable que sobre esa persona caiga una lluvia de descalificaciones y hasta de juicios y glosas.
Con el tiempo sólo irán quedando ‘talibanes’ en el Gobierno, es decir figuras dogmáticas, sin capacidad propositiva y dispuestas a la obediencia absoluta. Finalmente de eso están hechos los regímenes autoritarios: de devotos del diablo que saben que cada vez les costará más caro traicionarle.