Subsidiar combustibles no sólo es una manera de desperdiciar dinero, es también una forma de destinar recursos para contaminar el planeta.
Subsidiar combustibles también implica destinar recursos a subsidiar a los más ricos, a beneficiar a los contrabandistas de combustibles y favorecer a los narcos, pero eso es materia de otro artículo. Esta columna será para argumentar que somos pobres, tercos y contaminadores. Y que nos encanta usar lo poco que tenemos para dañar el medio ambiente.
Si un país subsidia los combustibles, paralelamente está incentivando su consumo (a la gente le gusta comprar más de aquello que está barato). Además, si algo es siempre barato, entonces nadie se preocupa por tener autos eficientes, motores correctamente afinados o calderos modernos y tampoco hay nada que lleve a instalar sistemas de energía solar, de viento o a tener autos eléctricos. Todo nos lleva a consumir más combustibles fósiles.
Por eso, somos un país que, en relación a su tamaño, emite mucho CO2. Cabe resaltar que ese gas es el principal causante del calentamiento global.
Según datos del Banco Mundial, por cada millón de dólares de PIB, el Ecuador necesita emitir 363 toneladas de CO2. En otras palabras, para mover las máquinas, transportar a la gente y generar la energía necesaria para producir un millón de dólares, necesitamos contaminar el mundo con esas cantidad del dióxido de carbono (esto para el 2019, último año para el que existen datos comparables).
Las comparaciones son odiosas y por eso hay que hacerlas: para producir el mismo millón de dólares, Colombia emite un 29% menos de CO2 que nosotros, Perú 30% menos, Brasil 34% menos y Costa Rica y Uruguay, 64% y 70% menos, respectivamente. Y todos son países relativamente comparables con nosotros.
El país que más CO2 emite por dólar producido es Irán (5 veces más que nosotros). Tal vez, ese es el ideal para algunos de por acá.