@GFMABest
En 2012, los subsidios a las gasolinas, la electricidad y el gas sumaron USD 480 mil millones en todo el mundo. Casi la mitad de ese valor fue sufragado en países como Libia, Egipto, Marruecos, Jordania, Siria, Irán e Iraq. Un 20% adicional se gastó en países latinoamericanos como Venezuela.
Si una cifra tan gigantesca se destinó a subsidiar, en un solo año, el consumo de un servicio tan indispensable como la energía ¿por qué la pobreza no ha sido eliminada en aquellos países tan desiguales y atrasados?
Porque esos subsidios estuvieron mal diseñados. Beneficiaron, sobre todo, a quienes menos lo necesitaban y produjeron, por tanto, serias distorsiones: contrabando, desperdicio de energía, pérdidas a los Estados que financiaron ese tipo de subsidios, daños medioambientales, entre otras.
Mucho mejor hubiera sido que aquella colosal suma de dinero –¡480 mil millones de dólares, en un solo año! – se hubiera invertido en salud, educación, investigación científica o desarrollo tecnológico. Pero no: los afanes populistas siempre son más fuertes en países con instituciones débiles o inexistentes.
Ecuador no ha sido la excepción. Entre 2007 y 2014, el régimen actual destinó nada menos que 20 300 millones de dólares a subsidiar las gasolinas y el gas solamente.
Al igual que en Oriente Medio y el norte de África, aquel dinero –un promedio de 2 500 millones de dólares por año– no llegó a los ecuatorianos más desprotegidos que, se nos había dicho, eran la razón de ser de este Gobierno, sino a los contrabandistas y a las clases medias altas y altas.
Por la crisis que vivimos, el Ejecutivo ha decidido eliminar parcialmente aquellos subsidios. La medida no provocará grandes rendimientos en términos de liquidez, precisamente porque el precio del petróleo es bajo. Sin embargo, es una señal en la dirección adecuada.
Para que esta medida produzca efectos positivos en el mediano plazo –y no sea revocada por el primer populista de turno que nuevamente le dé por malgastar plata– tiene que enmarcarse en una estrategia global de uso eficiente de la energía.
Como primer paso hay que fijar una fórmula que ate el precio de los combustibles al precio internacional del crudo ecuatoriano. Un segundo paso –igualmente clave– será entregar el subsidio a quienes verdaderamente lo necesiten. Hay varias modalidades de focalización y varias vías de hacer llegar ese subsidio. La más eficiente parece ser la entrega de una suma específica de dinero en efectivo.
También habrá que publicar las cifras de aquel subsidio: cuánto cuesta, cómo se lo financia y quiénes son sus beneficiarios. Esos valores deberán estar claramente registrados en las cuentas públicas.
Y algo más: los ecuatorianos deberemos entender que los subsidios no son regalos que recibimos sino pérdidas que asumimos.