El avisado lector de mis artículos no me contradecirá si le recuerdo que pocos temas concitan más mi entusiasmo que cuando llegan a mi conocimiento hechos relacionados con las actividades de nuestros investigadores científicos –muy pocos, la verdad-, y con tal estado de ánimo los doy a conocer en esta columna.
Ayer concluyó en la Ciudad del Cabo (Sudáfrica) la Tercera Asamblea Mundial por la Salud de los Pueblos. La sede del evento, aquel claustro histórico cuando la lucha contra el régimen del ‘apartheid’, la Western Cape University. Sobra decir que en las reuniones internacionales de tal magnitud, quienes intervienen en calidad de expositores en las reuniones plenarias –en las que se tratan los grandes temas-, son maestros de reconocido prestigio. Y aquel prestigio se lo logra en base a investigaciones sistemáticas realizadas durante vidas enteras, y sus resultados dados a conocer a las comunidades científicas en comunicaciones presentadas en congresos y necesariamente publicadas en revistas especializadas de gran prestigio. Agregaré que las publicaciones en español llegan a espacios limitados y que por tanto se impone hacerlo en ingles, una suerte de idioma universal cuando de ciencias se trata, incluidas desde luego las sociales.
Resulta que como orador de una de las plenarias “Mas allá de la crisis: movilizándonos por salud para todos”, intervino nuestro compatriota y colega el Dr. Jaime Breilh, de la Universidad Andina Simón Bolívar, con el tema “Acuerdo urgente y agenda por la vida. Hacia un movimiento cohesionado y orgánico por la salud mundial”. Concebir una agenda por la vida debió significarle al Dr. Breilh largos años de atenta observación de los hechos que según opiniones respetables le van llevando a la humanidad a sufrir los efectos de devastadoras catástrofes bio-ecológicas debidas a un sistema mundial, el actual ‘establishment’, signado por un capitalismo que no halla límites, con una sociedad de consumo de apetitos nunca satisfechos.
Humanidad en ascuas, la que nos ha correspondido. Tiempos de confusión y desconcierto. ¿Qué hubiera sido del hombre sin la revolución industrial y la acumulación de capitales? ¿Se hubiera llegado a descifrar nuestro código genético y la medicina predictiva sería una realidad? ¿Habría el internet y sus portentosas aplicaciones actuales? ¿Hubieran sido posibles las investigaciones sobre fisiología de la corteza cerebral cuyos logros se insinúan como anunciadores de nuevas eras en las relaciones entre los seres humanos? ¿Se le hubiera liberado al hombre de sufrimientos atroces sin el concurso de ‘milagros’ farmacológicos? ¿Sin las tecnologías actuales, cabría soñar que millones de seres humanos cubran sus necesidades básicas? ¿No será llegada la hora de la resurrección, la vigencia, de la palabra del Rabí de Galilea?