El inusitado e inigualable respaldo que recibe el presidente Moreno de la opinión pública refleja el hastío y la repulsión de una gran mayoría de ecuatorianos a los abusos y presuntos actos de corrupción en que sumió el correismo al país.
Contemplamos absortos y dolidos como la inteligencia y brillantez con las que se podía transformar positivamente a la nación, han servido para elaborar con exquisitez y admirable remilgo programas dirigidos a ocultar lo que en principio aparecía como sospecha y que hoy espanta por generalizado e inconmensurable, como ningún otro en la historia. Premeditados lemas, repetidos hasta el cansancio, tuvieron como objetivo engatusar a la inocente y cándida audiencia: “manos limpias” “quitar a los ricos para dar a los pobres” “transparencia y honestidad”, “corazones ardientes” mientras simultáneamente ensuciaban las manos y quemaban su honestidad y sus corazones con decretos y disposiciones legales que anulaban la facultad controladora y fiscalizadora de múltiples organismos, para acelerar ágilmente adquisiciones y contratos en complicidad con innumerables declaratorias de emergencias que obviaron concursos y licitaciones. Asquean los hechos supuestamente delictuosos en la equivocada certeza de que con tanta filigrana con que se concibieron, nunca iban a ser descubiertos.
¿Cuántos otros quedarán ocultos e indescifrables? El dinero sustraído, en sumas descomunales, es de ese pueblo al que malquistaron las entrañas llenándolas de odio hacia sus compatriotas. ¡Cómo hubiera progresado la patria si, al mayor ingreso de divisas de la historia, se habría sumado una honrada gestión administrativa libre de coimas, comisiones, codicia o feroz apetencia de dinero!
Esperamos la concreción de la oferta, del actual mandatario, de efectuar una cirugía mayor a la corrupción; parecería que recién nos acercamos al quirófano y no atacamos con decisión al mal de la década, pues a los presuntos culpables se les pretende imputar por delitos menores y a los valientes denunciantes se los mantiene enjuiciados y sentenciados.
Subsiste el mismo equipo económico que gestó el desastre de la conducción de la década pasada. Se han reemplazado funcionarios cercanos al correismo, con otros de similar tendencia. Sorprende el hallazgo de cámaras de espionaje en el despacho presidencial, con alto riesgo a la seguridad nacional y no se sanciona ni con la inmediatez, ni con la drasticidad que el suceso amerita.
El expresidente critica e injuria, desde una disimulada buhardilla, con total irrespeto al Primer Mandatario y al día siguiente la Canciller nomina, como funcionarios de la embajada en Bruselas, al personal de confianza de Correa, acaso para que lo asista.
Estamos desconcertados, pero mantenemos la esperanza que las líneas de cambio iniciadas por el nuevo gobierno se concretarán con decisión, eficacia y urgencia.