“Una vida libre, una muerte digna” se llama el artículo póstumo de Carlos Alberto Montaner, en este se despide de sus lectores, comparte sus últimos meses de vida con las limitaciones que le imponía su enfermedad, relata su traslado a España para acogerse al suicidio asistido con apoyo de la sanidad pública de ese país. Es un alegato a favor de la eutanasia cuando es voluntaria e informada.
¿Se quiere una mayor libertad que la de elegir el momento de la partida?, pregunta Montaner y la respuesta, sin duda, es sí.
La autonomía y la libertad personal no se expresan únicamente en decidir como vivir, esa libertad y autonomía también debe permitirnos decidir cuando poner fin a nuestra vida cuando se sufre una enfermedad incurable e inhabilitante; cuando se enfrenta una agonía dolorosa, prolongada; una vida con un sufrimiento intenso o vaciada de toda dignidad, en una vida que se parece más a un castigo, una carga intolerable para quien solo espera que llegue su muerte.
Defender como un derecho el decidir morir se sustenta en el respeto a la dignidad humana, la autonomía y en una libertad que nos permita decidir cómo vivir nuestros últimos días y cómo enfrentamos nuestra muerte. Es un derecho que exige, además de poder decidir, el que se cuente con asesoría adecuada, con medios legales para expresar la voluntad y que esta sea respetada cuando ya no puede manifestarse, con cuidados paliativos adecuados y recibirla asistencia profesional para poner fin a la vida.
Recibir información, asesoría y acompañamiento para tomar esa decisión es central, solo si la decisión es libre e informada es aceptable la eutanasia.
Es hora de que en nuestro país garantice la posibilidad de decidir cuando morir, un ordenamiento jurídico respetuoso de la Constitución debería contemplar esa posibilidad, eso es tomar en serio los derechos de los seres humanos como autónomos y libres, con derecho a tener una vida digna y la libertad en todas sus dimensiones, algo que en el contexto actual parece una quimera.