Según las primeras informaciones sobre la Ley Antimonopolio aprobada por la Legislatura y el Presidente de la República, los emisores de tarjetas de afiliación para adquirir bienes de consumo, con descuento, quedan prohibidos de emitir y utilizar. Unos creen que el nuevo sistema traerá beneficios; otros, que por la falta del descuento por el mismo consumo deberán pagar más.
El crédito para consumo ha crecido de manera notable en los últimos años, particularmente desde cuando los vendedores decidieron entregar las mercancías a crédito, con pagos diferidos hasta de 12 meses en los consumos más cercanos; y hasta de 4 y 5 años, como en el caso de los automóviles.
Pagar el precio por “solo cuotitas mínimas” abrió una ancha puerta para la adquisición de bienes particularmente de hogar. La humana aspiración de tener refrigeradora, radio de gran alcance, televisor, microonda y más productos de línea blanca; y, sobre todo, teléfono celular, llevó a un endeudamiento de pago semanal o mensual disciplinado, pero satisface, en cierta medida, la distinción del estatus social.
Sin embargo se producen exageraciones: mientras el empleador cuenta con un televisor común, el empleado adquiere -a crédito- un televisor plasma; y si el primero tiene un celular de 80 y hasta 100 dólares, el segundo se complace en tener y mostrar uno de precio superior a 400 dólares. Peor si se le ocurre obtener crédito en otro almacén y adquirir deuda paralela, con lo que a la “cuotita mínima” se suman otra u otras.
En una consulta profesional se pudo advertir -en el caso de una disputa severa entre pareja- que ésta decidió abandonar el hogar llevando consigo no solo al hijo sino también todos los muebles de la vivienda. Durante la consulta fue sorprendente escuchar puntos de vista como estos: los objetos fueron obtenidos a crédito; quien los paga es el esposo, porque la esposa no trabaja; por lo mismo, el dueño único es el marido (sin recordar la sociedad conyugal). Luego, la enumeración de esos bienes de línea blanca y el argumento de la madre del cónyuge; porque quien debe pagar los dividendos es el marido y él está endeudado en las casas comerciales en 2 500 dólares.
Para la época en que terminen de pagar el precio de las mercancías obtenidas con crédito, a lo mejor algunos aparatos requieran sustitución; y, en el caso de los teléfonos celulares, muy pronto porque son arrebatados a sus dueños por los ladrones que campean por todas partes sin temores ni sanciones.
¿Cuántos millones de ecuatorianos del sector económicamente modesto utilizan el crédito para estos menesteres? ¿No llegará el momento en que ya no puedan cubrir los dividendos y sufrirán consecuencias muy difíciles?
El consumismo trae satisfacciones, pero también serios peligros económicos para la persona y para la economía del país.