Finalmente, por lo menos en una, el Gobierno y su equipo de propaganda aceptaron la equivocación y en grande. Aquella sobre la violación a las mujeres a causa del alcohol, ¡una vergüenza! Equivocación causada por un machismo galopante que ya no debería ni existir, menos aún en uno que se precia de igualitario y de ser de todos. Con el escándalo producido por una joven, como todas, con esperanzas, aspiraciones laborales y toda una vida por delante siendo violada y asesinada, nuestros sentidos se exacerbaron, sin importar edad ni condición.
La reacción de los jóvenes no se hizo de esperar y en una de las redes sociales publicaron una frase que no se puede olvidar: “Nos pasamos enseñando a las mujeres cómo no ser violadas, en vez de enseñar a los hombres a no violar”. Esta imagen que recorrió las pantallas es una realidad tan grande que de una manera poco inteligente se replica en una propaganda que ya fue vista por millones gracias al aparato propagandístico que nos inunda con una y otra, aunque pretenden pasarlas por publicidad.
En los Estados Unidos, la prensa tiende a exculpar la inexcusable violación de una mujer porque estaba borracha y que los hombres eran excelentes estudiantes, tenían promisorias carreras por delante, eran grandes deportistas y más.
La mujer debe ser respetada, su integridad cuidada cualesquiera su situación o realidad al igual que la de los hombres. Que por ser modelo, ¿se puede suponer que va más allá? Que porque estaba de fiesta igual que sus compañeros hombres, ¿merece algún tipo de castigo? Nada de esto tiene pies ni cabeza, pero el machismo galopa sobre su caballo blanco desenfrenado. Las autoridades convierten a la víctima en sospechosa por su actividad, por su estado etílico, pero, ¿hay alguien que se pregunte la actividad de los hombres, de su estado etílico y mental? La respuesta es sencilla: no. Sin excusas, sin puntos ni comas, sin peros.
Basta de enseñar a los jóvenes hombres de este país que la mujer es aprovechable si demuestra cualquier debilidad, como podría ser un trago demás. Más bien ellos se pegan las grandes borracheras, porque ganó su equipo, porque perdió también, en una fiesta y en un funeral por qué no.
A los hombres enseñémosles que la mujer no es un objeto, vestida de modelo enseñando la cerveza o licor que consumirán después ni tampoco si usa un terno de ejecutiva o es, quizá, la ministra de un ramo. La mujer es su igual, inteligente, sensible, capaz y hasta mejor que ellos en su desempeño y finalmente, algún día la madre de sus propios hijos. Que los hombres se respeten a sí mismos, que no hagan papelones conquistando mujeres por doquier para subir su autoestima. No permitamos que una propaganda les dé la excusa: si ella sale de fiesta con él o ellos, aprovechen la situación. ¡Basta de incoherencias!