Cuando termine la guerra de Ucrania y cuando se silencien otros ruidos que estamos viviendo, esta inflación tan global debería bajar, aunque no a los niveles que teníamos antes de las pandemias y otros ruidos.
El reciente resurgimiento de la inflación es un fenómeno global como pocas veces se ha visto. Esta vez parecería que todas las economías del planeta se hubieran puesto de acuerdo para encarecerse y, más bien, el Ecuador está entre los menos golpeados.
Las causas de este aumento de precios se podrían ordenar en dos grupos. El primero es la pandemia (y la reacción de los gobiernos ante ella). Por un lado, las cuarentenas bloquearon los flujos de comercio y complicaron el transporte de bienes, sobre todo, desde la China hacia el resto del mundo. Eso volvió escasas ciertas cosas que, por un tema de oferta y demanda, se encarecieron.
También conectado con la pandemia, muchos gobiernos aumentaron las transferencias que recibieron sus ciudadanos, transferencias que en muchos casos se ahorraron y que se empezaron a gastar cuando terminaron las cuarentenas. Eso puso presión sobre los precios.
El segundo grupo de causas de la inflación está conectado con la guerra de Ucrania y el bloqueo a la exportación de trigo, maíz, aceite de girasol y fertilizantes, tanto rusos como ucranianos, además de las restricciones a las ventas de hidrocarburos rusos. Esto, sumado al nerviosismo que produce cualquier guerra, aumentó los precios de lo aquí nombrado y de lo que los usa como insumos (por ejemplo, maíz insumo para pollos o fertilizantes como insumo para la agricultura).
Cuando los cañones se silencien y cuando la logística mundial deje de enfrentar tantas trabas, los precios deberían dejar de subir, pero difícilmente volveremos al mundo del 2019 de inflación cero. Mucho ha cambiado desde ahí.