La situación en Venezuela va de mal en peor. A medida que pasan los días el número de víctimas y heridos, producto de las protestas, aumenta. Hasta fines de la semana pasada, de acuerdo con las cifras extraoficiales, se hablaba de 50 muertos y de cientos de heridos.
Si en un inicio el epicentro de las protestas fue el estado de Táchira y los protagonistas fueron jóvenes universitarios, hoy en día eso se ha extendido a otras ciudades de Venezuela y otros sectores de la sociedad.
No es para menos. La economía está al borde del abismo. El índice de inflación es el más alto de América Latina. En el 2013 fue de 52,2% y se estima que, si se toman medidas adecuadas, llegará este año al 70%. La escasez de alimentos supera el 28%. En los supermercados no hay leche, arroz, harina, aceite, papel higiénico, entre otros. Gran parte de todo lo que se consume en Venezuela se importa debido a que no hay garantías y condiciones mínimas para producir. En los últimos años han cerrado más de 150 000 empresas.
La economía se sostiene de la producción y exportación de petróleo. El nivel de dependencia promedia el 85%. Esto ha hecho que durante el 2013 el crecimiento sea del 1,4%, uno de los más bajos de la región.
A esto se suman las cifras alarmantes de inseguridad. Según el Observatorio Venezolano de la Violencia, en 2013 murieron 24 763 personas. El índice de muertes violentas en el 2013 fue de 79 fallecidos por 100 000 habitantes. Desde 1998 los homicidios en Venezuela crecieron en un 444%. Sin embargo, la crisis dentro de la Policía y del sistema judicial ha llevado a que el nivel de impunidad llegue al 95%.
Sin embargo, la situación crítica que ha llegado Venezuela se explica no solo por el liderazgo y gestión de su presidente, Nicolás Maduro, sino por el tipo de régimen político imperante. De un sistema presidencial se ha pasado a uno hiperpresidencial, con ribetes populistas y autoritarios. Esto no ha permitido la participación de otros sectores de la sociedad, provocando con ello las fuertes protestas que se han dado en estos días, las cuales ya no solo reclaman por la escasez de alimentos o la inseguridad, sino que piden la dimisión del presidente Maduro.
Hay que tomar en cuenta que, al igual que otros eventos de protesta social, los grupos son heterogéneos y sus demandas difieren. Sin embargo, se aprecia que esto ha sido aprovechado por una parte de la oposición, principalmente la liderada por Leopoldo López, para desestabilizar el régimen de Maduro, el cual, ya de por sí, es muy débil. Si no fuese por el respaldo de las Fuerzas Armadas y el control que tiene el Gobierno de otras funciones del Estado, Maduro no hubiese durando mucho.
Se hace urgente el diálogo y la concertación en Venezuela. Si el Presidente sigue polarizando la política y no cede, la crisis tenderá a agudizarse, manifestándose de la manera más cruel como es el aumento de la violencia, muertes y caos generalizado.