La reacción es tardía, pero llegó. La comunidad continental abre los ojos -con cierta somnolencia- sobre el drama de Venezuela.
Dos aristas sustanciosas componen el corazón del problema venezolano. Una de ellas es la falta de libertades, la opresión, la ausencia de una democracia, en sus más elementales formas, a la que se suman el hambre, la miseria, la hiperinflación, mientras, con cinismo, el Régimen afirma haber instaurado la felicidad (¿por decreto?).
Consecuencia del panorama descrito pero agudizado por la potencia de la crisis está el problema de los flujos migratorios.
Analistas, basados en cifras duras, como Fernando Carrión, académico respetado, hablan de 3 000 000 de emigrantes desde que Hugo Chávez asumió el poder. Otros cifran el éxodo en 4 000 000. Ya se ha explicado la composición social y las causas de las diferentes oleadas migratorias.
La comunidad internacional ha reaccionado con pereza y a veces con figuras como el inefable Rodríguez Zapatero, expresidente del Gobierno y dirigente del Partido Socialista Obrero Español, que avalaron unos comicios que todo el mundo veía viciados , vergonzosos, hasta fraudulentos.
Estas dos semanas han estado cargadas de citas diplomáticas importantes. La Comunidad Andina (CAN) mostró su preocupación por la situación y la legitimidad de un Gobierno que no solo reprime a su pueblo, coarta opositores , sino que quiebra la economía y pauperiza a los más pobres de los pobres. Un pueblo pobre y un Régimen ‘rico’ que paga asesores ‘off shore’, expertos en ahuyentar capitales y fomentar un sistema que mina economías y no sabe manejar las cosas sin petróleo a precio alto.
La cita ‘técnica’ de Quito fue fecunda en importantes aspectos humanitarios y de solidaridad y exhortó a la consecución de recusos para atender a los venezolanos que llegan no solo a Ecuador sino a otros países, aunque se quedó corta a la hora de condenar a los causantes de la tragedia.
La Organización de Estado Americanos, OEA, con sede en Washington, convocó a su Consejo Permanente, acogió la Declaración de Quito e irá en búsqueda de recursos para atender las urgencias. ¡Apurarse!
Seguimos esperando los brazos de la cooperación eficaz y oportuna de Naciones Unidas y los fondos suficientes.
Mientras, el Ecuador ha recibido un numero de personas para el que no esta preparado. No hay trabajo para los propios pero es un clamor humanitario acoger a las personas que vienen del norte. No está bien el abuso y la explotación, pagando ‘monedas’ que representen menos del sueldo mínimo, y que en todo caso son bien recibidas para enviar remesas miserables a sus familias y paliar el drama de millones en Venezuela.
Es execrable la xenofobia de la cual miles de ecuatorianos han sido víctimas en sus forzadas corrientes migratorias. Es un sentimiento primario e inhumano.
Pero hay que fortalecer al país ,su seguridad, su red de atención social y su capacidad de crear empleo. Es un reto enorme.