Lo que ha pasado en Estados Unidos ya nos pasó a nosotros. Llega un rufián al poder y se pasa por encima de las leyes o cambia la Constitución para adquirir un poder que no permite la democracia.
El Ejecutivo se torna dominante hasta adquirir perfiles dictatoriales, los otros poderes se tornan serviles e inútiles, los jueces se convierten en justicieros a favor de quien manda y los periodistas se acogen al silencio. Lo más grave de la estafa populista es que la mayoría de los ciudadanos ignora, perdona, contribuye o celebra la bellaquería. Para resumir con una fórmula conocida: el malvado hace el mal, calla el cobarde y el tonto aplaude. Como todos los populistas, Donald Trump ha sido, como dice Bret Stephens, “un maligno narcisista en su persona. Estafador en sus negocios. Bravucón en sus relaciones. Y un demagogo en sus políticas”. La misma descripción de los populistas que pasaron por nuestro gobierno.
La estela que ha dejado Trump, según el exsenador republicano Jeff Flake, es la de una política incoherente, descaradamente interesada y marcada por el caos y la deshonestidad sin límites, implementada por la más básica de las razones: pura supervivencia y repugnante oportunismo. El mismo diagnóstico de nuestro infame populismo y, sin embargo, no hicimos nada, nunca castigamos estos crímenes contra la democracia y toleramos la amenaza del retorno. Algunos han sido condenados por llevarse dinero, pero los delitos contra la libertad, la seguridad, la democracia, nunca fueron juzgados. Ahora vamos a ver si la democracia de Estados Unidos deja estos crímenes en la impunidad o son castigados con ejemplaridad.
Numerosos miembros del Congreso, políticos y periodistas piden la destitución del presidente Trump, aplicando la enmienda 25 para retirarlo inmediatamente y designar al vicepresidente Mike Pence para que concluya el mandato, aunque solo le queden dos semanas en el poder. La destitución implicaría la descalificación para el servicio público y alejaría el riesgo de que vuelva para las próximas elecciones. Defender la democracia ahora y preservarla para el futuro, exige castigo para el cabecilla y los complotados en un crimen contra la democracia, si hazañas como las de Trump o nuestros populistas quedan en la impunidad, los fanáticos que acompañaron la aventura seguirán esperando el último tweet del caudillo para saber qué hacer, decir o creer.
Ezra Klein dice que Trump siempre ha sido un lobo disfrazado con piel de lobo. Se refiere a ese grado de cinismo que anuncia el mal que hará. Igual que nuestro lobo, antes de meter las manos en la justicia, anunciaba con desparpajo lo que se proponía. Algunos periódicos publicaron la foto de cada congresista que apoyó la subversión para que no se olvide nunca que “tuvieron que elegir entre la lealtad a la Constitución y la lealtad a Trump, y que eligieron a Trump”.