A todos nos gustaría saber qué hay en la cabeza de los candidatos, cuáles son sus motivaciones para buscar la Presidencia, cuánto influye el consciente y el inconsciente en sus decisiones. Si llegáramos a conocer todo de todos, tal vez no elegiríamos a ninguno. Hay ciertas cualidades que necesitan los candidatos que los electores no las tenemos ni nos gusta. Todo candidato necesita una cierta dosis de afán de poder sin convertirse en un megalómano; una porción de autoestima sin devenir en narcisista; un gusto por mostrarse sin volverse exhibicionista; mucha persistencia sin llegar a ser obsesivo y paranoico. Además de todo eso debe estar dotado de carisma para que le veamos cercano, valioso, inspirador.
La primera evaluación de los candidatos debe ser calcular sus votos. Alguno pensará que ya ganó y, por tanto, puede volver a ganar. Otro creerá que con la votación que obtuvo en las elecciones seccionales, tiene un punto de partida importante. Otro se dirá que con los fanáticos del caudillo puede estar entre los primeros. Otro soñará con el voto de los aficionados que asisten a sus conciertos como cantante. Otro contará con el apoyo del que considera el más popular. Cada candidato debe hacer sus propios cálculos para animarse a participar. Pero esa es la decisión más superficial. Lo más importante de los candidatos está dentro de su cerebro.
¿Qué pasa por la cabeza del candidato? ¿Quiere mantener el país que conoce o quiere cambiarlo? ¿Busca el interés público o algún interés particular? ¿Piensa en los demás o en sí mismo? ¿Medita en los problemas nacionales y las soluciones o en las oficinas, los equipos, el poder y los rituales?.
¿Qué se creen los candidatos? Nadie lo sabe; tal vez ni ellos mismos. Pueden creerse seres superiores que deben cuidar de nosotros y señalarnos el destino. Quizá solo se saben dotados de sentido común y estiman que eso basta para manejar una nación. A lo mejor no son conscientes de las verdaderas motivaciones para buscar poder. Asegura el neurocientífico que planteó la teoría evolutiva del cerebro, Paul MacLean, que tenemos tres cerebros, el neocortex que gobierna el pensamiento, la reflexión, la memoria; el sistema límbico que gobierna las emociones; y el cerebro reptiliano que maneja los instintos. Patrick Renvoise sostiene que el 99% de nuestras decisiones no las toma la razón, sino el instinto. La razón busca excusas para justificar las acciones que ha elegido el cerebro reptiliano. Éste no entiende de abstracciones, solo lo tangible que es profundamente emocional y visual.
El neuromarketing aplica esta estructura a la publicidad y la campaña electoral es en gran parte publicidad. Las empresas tecnológicas mundiales estudian esta teoría para influir en la conducta de los usuarios de las redes sociales y los mensajes electorales circulan ahora mayoritariamente por las redes sociales. Tal vez no podamos evitar que sea el cerebro reptiliano el que tome las decisiones para ser candidato y para elegir Presidente.