Las estructuras descubiertas en varios países de Latinoamérica, incluido el nuestro, tejidas desde el poder para enriquecerse a sus anchas tomando obscenamente parte del dinero destinado a la obra pública, perjudicando con esos desvíos de fondos a millones de personas que nunca alcanzan a mirar de cerca la asistencia estatal. Es una conducta criminal que provoca repugnancia y revela la diminuta dimensión de los personajes envueltos en esos procesos, que otrora se paseaban campantes por estas tierras disparando cínicamente mensajes de solidaridad y decencia, cuando a puerta cerrada urdían cómo apropiarse de los fondos del erario para satisfacer su avaricia. El último tramo de la saga develado por un chofer de un viceministro argentino que, anotación en mano, revela sitios, fechas, personajes y direcciones de los departamentos de los ex gobernantes y la propia residencia presidencial involucrados en este guión de bajo mundo, detallando como se recogían bolsos de dinero y se entregaban a los cabecillas de esta mafia, prácticas aceptadas por una media docena de empresarios que en sus declaraciones ante la justicia confirman que hubo “aprietes”, eufemismo para indicar que de esa manera se aseguraban continuar en ese círculo de asignados a dedo de los grandes contratos de construcción y energía, es una muestra fidedigna de la descomposición a la que puede conducir la política.
No es el único caso ni ha sucedido sólo en ese país. Pero es loable que empiecen a destaparse e investigarse esta clase de delitos, para buscar imponer las sanciones que prevén las leyes a los implicados en estas prácticas delincuenciales.
Es la muestra de las debilidades y flaquezas de gran parte de nuestra clase política. Y no sólo eso, sino que descubiertos en sus andanzas echan a andar un mecanismo perfectamente engrasado para declararse perseguidos políticos, cuando precisamente muchos de ellos fueron los que designaron a gran parte de los jueces que ahora los increpan e investigan.
Más parecería que todas estas situaciones los hallo desprevenidos. Nunca imaginaron deshacerse del poder y, peor aún, que diseñado un mecanismo para asegurarse que sus sucesores les cubran las espaldas, ese tinglado se desbarate y tengan que afrontar el escándalo producido por la develación de estas prácticas corruptas.
Mauricio Macri gano las elecciones por poco más de 200 mil votos al candidato del oficialismo. ¿Se habrían llegado a conocer todos estos manejos protervos si el ex-gobernador Daniel Scioli sería el que dirige ahora los destinos de Argentina? ¿Habríamos avanzado en Ecuador con los juicios que han llevado a la cárcel a encumbrados funcionarios del gobierno anterior, si no se producía esa disputa interna entre los dos altos dirigentes del movimiento oficial?
Dicho sea de paso, sólo se conoce aquello que se reveló desde el exterior, porque no se ha avanzado en investigar las denuncias que afloraron como hongos después de la lluvia cuando se produjo la ruptura. No hay que hurgar muy profundo para encontrar las verdaderas causas de nuestra postración y atraso.