No es pura casualidad todo lo que ocurre actualmente en el Ecuador. Cuando uno analiza con detenimiento lo que se está instrumentando desde el poder político no puede dejar de asombrarse. La instauración de un régimen de dominación y control social está en marcha.
El medio a través del cual se está promoviendo esto son normas legales y el manejo de la comunicación. Códigos, leyes y reglamentos que no permiten la plena garantía de los derechos consagrados en la Constitución. Campañas millonarias de comunicación en medios controlados o no por el Estado promueven una sola visión de la realidad. Cualquier información que no esté acorde con la visión del poder político es mentira, invención de los medios, distorsión de la realidad.
El nuevo Código Integral Penal es un ejemplo de lo que afirmo. Más que un instrumento jurídico que permita resolver los conflictos que se pueden presentar en una sociedad este código tipifica 347 conductas penales en delitos. Y, como se puede deducir, buena parte de estos delitos terminan en cárcel. Lo irónico de este cuerpo jurídico es que ahora se contemple como delitos simples infracciones.
Lo grave de esto no solo es el costo y esfuerzo institucional que va a demandar del Estado sino el peligro que va a adquirir en cuanto a la garantía de derechos. El Código Integral Penal entra en franca contradicción con la Constitución vigente en Ecuador. Parece que no han comprendido claramente lo que dice Luigi Ferrajoli, en quien se inspiraron para hacer la Constitución de Montecristi. La “dimensión normativa del derecho” cumple una función de limitación del poder del Estado. La legitimación del Estado no se centra en cumplir la mera legalidad sino en subordinar todos sus actos a los contenidos de los derechos fundamentales. El derecho, en este sentido, no es instrumento de la política sino al revés.
El aparataje jurídico- penal de Ecuador se ha convertido en vehículo del poder político para crear una sociedad del miedo.
El uso de la comunicación de masas alimenta la conformación de un régimen de dominación y control social. El discurso oficial, sustentado en la norma hecha a la medida, prefigura en los ciudadanos patrones mentales de lo que es bueno y malo. El dueño del poder, haciendo las veces de Pastor Laico, marca la pauta por donde debe dirigirse la sociedad. El Estado forma cuerpo con aquellos sobre quienes ejerce este poder mediático-legal y al mismo tiempo moldea la individualidad.
Esos son los ciudadanos que hoy tenemos: temerosos, alienados y poco conscientes de que pasa. Escenario ideal para la consolidación de cualquier dictadura y régimen antidemocrático.