Hay que reconocer el sustancial mejoramiento del sistema vial. Es indudable que con la enorme inversión pública que se ha hecho en esta administración existen carreteras de concreto de primer orden. Basta recorrer parte de la Región Amazónica, las provincias de la Sierra y la Costa. Manabí, por ejemplo, se nota el avance, que constituye una garantía para el tránsito, siempre y cuando los conductores lo hagan con responsabilidad.
Una es la inversión pública y otro el sistema concesionado especialmente en el centro norte de la Sierra, que se encuentra en buen estado, debidamente mantenido, con servicios adicionales e incluso tramos que están en proceso de ampliación (entre Quito e Ibarra y hacia Latacunga).
Si bien se parte de este hecho positivo y de la inversión pública que se ha hecho, que fue insuficiente los años anteriores, no es menos cierto que subsisten algunos problemas y obras inconclusas que se han retrasado. Uno de los primeros problemas representa la pésima señalización vial que en coordinación con los organismos seccionales -municipios y gobiernos provinciales- tiene que hacerse. Es penoso que luego de recorrer una buena vía se llegue a un cantón y no se conozca por dónde transitar.
Así como hay vías en buen estado, reconstruidas y de concreto, existen los contrastes con carreteras en mala situación, responsabilidad del Ministerio o de los organismos seccionales, y sin tomar correctivos desde hace muchos años. El caso de Pichincha, la vía que conecta a Imbabura por la zona de El Quinche. Existen parterres muy mal ubicados entre Yaruquí y El Quinche que desde hace años no han sido rectificados y que constituyen un peligro, especialmente en la noche o cuando hay neblina. Los accidentes en este sector han cobrado víctimas y no hay quién corrija, pese al conocimiento de los ministros del ramo. Uno de ellos en este gobierno, Jorge Marún, fue notificado e incluso públicamente en una de las entrevistas en Ecuadoradio anunció que dispondría los correctivos como órgano rector del sistema vial, pero hasta ahora nada.
Existen distorsiones peligrosas que tampoco han sido corregidas. Se han acostumbrado a reasfaltar subiendo el nivel de la vía y con el tiempo casi han desaparecido los bordillos, parterres y veredas y constituyen un peligro para el conductor o peatón, que podrían demandar al administrador en caso de un accidente (la autopista Rumiñahui y el gobierno de Pichincha).
El problema, como en muchos casos de la administración pública, será el mantenimiento que se haga a futuro en forma permanente, con la entrega de recursos oportunamente, que permita que dure el bueno estado vial. Uno de las alternativas ha sido la concesión vial, que a cambio de un peaje se mantenga bien y con los debidos auxilios inmediatos, hecho que no ocurre en el resto.