Con absoluta razón los bolivianos y latinoamericanos condenaron el trato humillante dispensado al presidente Evo Morales a su paso por Europa. Lo que no sabíamos es que el humillado había hecho lo mismo antes con los brasileños que aprovecharon la ocasión para quejarse del trato que le dieron a su Ministro de Defensa y excanciller a su paso por el territorio boliviano. Al principio lo negaron calificando la información de ofensiva y mentirosa. Luego lo admitieron y pidieron disculpas. Más o menos como los españoles con ellos. Esta práctica contraria al derecho internacional parece una materia que requiere ser refrescada por todos, incluidos los que condenan estas prácticas.
Pero lo sorprendente del tema es que viviendo de discurso en discurso es muy difícil no caer en contradicciones o incoherencias. La vida como la pintan algunos presidentes latinoamericanos solo es posible entenderla en blanco o negro. No se admiten tonos grises que los asocian con debilidad o falta de carácter. La relación cotidiana de personas, instituciones y gobiernos tiene en realidad más de tonos grises que blancos o negros. El costo de las incoherencias las paga finalmente el pueblo que tiene que asumir los errores de una realidad que se la busca ahogar en una retórica hueca generalmente incoherente y contradictoria.
Cuando algunos gobiernos condenan la intromisión de norteamericanos y europeos en la política criolla, no recuerdan lo que hicieron con Paraguay al que condenaron y castigaron porque este país se ciñó a su Constitución y a sus leyes para apartar a Lugo el poder hace un poco más de un año. ¿Eso no fue intromisión?, pero si lo hubieran hecho los americanos y europeos ya saben cuál sería la reacción. Tamaña incoherencia no se compadece con el supuesto que un canciller paraguayo interviniera en la marcha de los jóvenes brasileños en las manifestaciones callejeras o acaso un hipotético viaje a Quito para apoyar a los legisladores que se opusieron a la reciente ley de prensa. Ya saben no solo el discurso insultante que recibiría. Unos pueden intervenir en asuntos internos de otros países… y otros, son unos soberanos entrometidos, colonialistas y abusivos.
La vida de los pueblos y de sus instituciones se hace por el camino de las conductas previsibles y ajustadas a derecho. No es posible sancionar a un miembro del Mercosur como Paraguay por un acto soberano y a renglón seguido admitir a Venezuela como miembro pleno del bloque para concluir pidiendo consideración y respeto a la soberanía de los países del proyecto integrador.
No hay forma de demandar y exigir conductas ajustadas al derecho cuando en otras ocasiones se aplican raseros que contradicen dichas posiciones. El discurso tiene que ser coherente y previsible, de lo contrario debemos admitir que revisen el avión de Morales o el de Amorim con el solo cuento de la soberanía particular sin importancia de la tradición jurídica internacional tan difícilmente conseguida.-